En los jugos digestivos de los líderes del PSOE siempre ha estado cercana la posibilidad de ser el PRI español. Salivan. Ser la representación exacta del país, su representación y los canales por los que fluyen el poder y los negocios. Octavio Paz dedicó un libro, El ogro filantrópico, al caso mejicano. El sanchismo, que no es un calco exacto del Psoe, a quién le faltan los votos para permanecer durablemente en el poder, cree llegada la ocasión con el agravamiento de las dos crisis sucesivas, la financiera del 2008 y la de la pandemia, para que el estado de necesidad de una parte importante de españoles le deba la vida -la subsistencia. La ocasión es el reparto del maná europeo. Con los fondos cree que podrá atender necesidades y los españoles se lo agradecerán. Votos. A lo largo de su historia como partido moderno ha lanzado sus brazos de pulpo en muchas direcciones, las peonadas andaluzas o la subvención de la paupérrima industria cultural de información y de entretenimiento del país, por ejemplo, para conseguir gente dispuesta, en deuda de empleo, a colaborar en la falsificación diaria de la realidad (en el aula, en la calle manifestándose -¡Salgamos contra la pobreza energética!-, en la columna del periódico, en la pantalla de televisión). Ahora lo ensaya con los interinos, que sin hacer nada se les da trabajo fijo frente a los que esforzadamente preparan las oposiciones y parten de cero. Quiere ampliar su caladero de votos principal que son los funcionarios y los trabajadores de la administración pública, así como los jubilados de esa procedencia, a los que mima especialmente, con privilegios tales como los moscosos que no suprime, la falta de evaluación del rendimiento en el trabajo y las subidas de un sueldo ya de por sí por encima de la media del de los trabajadores de empresa y no haciendo la necesaria reforma de las pensiones, sin que le importe demasiado el resto de los trabajadores en precario, jóvenes sin empleo o mayores que no pueden volver a tenerlo después de haberlo perdido. Como subvenciona a los sindicatos, cuya función es mantener los derechos adquiridos de trabajadores con empleo fijo o de los funcionarios, desatendiendo a aquellos que no pueden defenderse por sí mismos. Clientelismo, pues. ‘Clientelismo’ es la pútrida palabra que impide tomarse en serio lo social.
Como incluso esa extensión de los brazos de pulpo en todas las direcciones no le llega necesita armar y mantener una coalición con los partidos que regionalmente representan exactamente lo mismo que el Psoe en el resto. Esa clase media funcionarial y administrativa que vota PSOE en el resto de España es la misma que mantiene al nacionalismo del Pnv en Euskadi y a los partidos nacionalistas en Cataluña. Es de toda lógica por tanto que se mantengan coaligados. Si dejamos de lado la huera retórica política que manejan socialistas o nacionalistas y miramos las bases sociales que los mantienen veremos que son intercambiables. Una enfermera catalanista vota al PSOE en Madrid y un profesor socialista de Valladolid vota a ERC en Girona. Si se lo dices, una y otro arrugan la nariz incrédulos y enfadados, pero los conozco y sé que son los mismos. Se llaman Nuria y Paco pero podrían llamarse Carmen y Jordi. Tienen el mismo software en la mente con ligeras variaciones. Ambos aceptan el guiño de El Intermedio o Polonia para sonreír con suficienvia. A un lado y a otro de las líneas fronterizas regionales, todos ellos piensan que están en el lado correcto que son modernos que su ideal es la justicia social y el estado de naturaleza ha de volver a su cauce. Su fidelidad partidaria se sustenta en dos grandes basamentos, la fe y el interés. Su fe en un sistema político apolillado e ineficaz, y, en su versión ruda, traumáticamente fracasado visto en perspectiva, les permite preservar su modo de vida, lo que reafirma su fe. Nada les va a hacer cambiar. No podrían. Su software mental averiado -agusanado en términos informáticos- les impide ver las contradicciones, que su bienestar relativo es a cuenta de la fragilidad vital de la parte de la población que no ven: dudo que la enfermera del Ensanche haya visitado el Besos, o el profesor de la ikastola Don Benito, quizá alguna vez con la cámara en ristre como en un safari. Lo mismo le sucede al pequeño burgués vallisoletano ecologista visitante de las Lagunas de Villafáfila y lector de Delibes con respecto al desconocido barrio de la Victoria; es probable que La Rondilla le suene más. La redistribución de la riqueza es uno de los cuentos contenidos en las proclamas de su fe.
Entonces cabe preguntarse qué pasa con los trabajadores en precario o los jóvenes sin empleo o los mayores sin perspectivas laborales. Creyeron en la izquierda pero ahora es difícil que lo hagan. Muchos de ellos buscarán un partido antisistema como forma rabiosa de protesta. Durante un tiempo creyeron que el partido antisistema era Podemos, se han llevado una gran decepción. La vaciedad de su discurso ha rebotado en la mísera vida que llevan y en la falta de futuro a la que están condenados. Se les revuelven las tripas cuando ven lo que decían hace un tiempo y lo que dicen y hacen ahora. Casta sobrevenida. Así que ese partido que buscan quizá lo encuentren en Vox, que todavía no ha tenido tiempo de decepcionarlos. Es una compensación emocional que los partidos que odian desprecien a Vox. Para ellos el Pp es el partido de los ricos de los empresarios de los obispos y de los corruptos, y no les falta razón. Y el Psoe es el partido del figurín, una casta parecida aunque no tan connotada pero igual de corrupta. Manejan mejor los medios son más modernos, engañan mejor. Seguramente no se lo han preguntado, pero cuando ven a cualquier dirigente del Pp salta a la vista su discurso rancio sus formas de vestir y de hablar tan lejanas a su vida diaria. Al Psoe lo vieron más cercano pero cuando ahora ven al figurín y a su tropa les parecen calcomanías de un álbum animado.
Los líderes, el líder, en realidad, es consciente del desajuste, de la desigualdad en la percepción de las pensiones precisamente entre los que vienen del funcionariado y los que han tenido un trabajo misérrimo, de la desigualdad entre las pensiones de hoy y las de mañana, de la desigualdad entre la paga de los pensionistas y la de quiénes están trabajando. Es evidente que hay un desajuste, un desequilibrio. Como afecta a millones de personas es más sangrante que la diferencia llamativa entre los pocos muy ricos y los más pobres. Ese sería el asunto primero en una verdadera agenda social. Aún así esa amplia franja de perdedores no le importa demasiado, son muchos, más en porcentaje que los que le votan, pero gracias a la ley electoral y a sus alianzas puede confiar en la idea de que podrá ir modelando poco a poco al país de acuerdo con sus necesidades y permanecer en el poder una larga temporada como lo hizo el PRI en México.
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