viernes, 16 de abril de 2021

The Father (2020)

 


Que estemos inundados de historias no quiere decir que no nos quede nada por contar. Es posible que nos quede por contar lo más importante. La mayor parte de lo que nos cuentan es repetición de lo mismo. Hombres y mujeres entre la juventud y la edad media amándose, traicionándose, separándose, discutiendo, o bien historias de poder y muerte, ascenso y caída, fuerza y debilidad, dominio y dependencia. También hay historias sobre los extremos, sobre la infancia, el descubrimiento, sobre iniciación y decadencia; asesinos en serie, locos de atar, vidas en el filo. No hace mucho se han puesto de moda las historias personales, el diario íntimo puesto a la venta y luego en imágenes. Pero hay más, mucho más.


Cómo contar el deterioro mental de un hombre. Es lo que intenta y logra Florian Zeller en Father. Hay muchas enfermedades asociadas al deterioro psíquico de la edad. Demencia senil es el sintagma popular para nombrarlo. Cada hombre y cada familia ofrecen una circunstancia diferente, aunque hay rasgos comunes. Puede que sea un proceso lento en el que tanto el individuo como la familia lo vayan notando poco a poco o puede que sea veloz. Es doloroso constatar cómo se va degradando la conciencia, que el hombre que fue vaya dejando de serlo hasta el punto de que a veces parece otro del que fue. Está la propia percepción y la de quienes le cuidan. En algún momento se vuelve dependiente, no se vale de sí mismo, necesita que lo cuiden. Es difícil que lo acepte, el paso de ser autónomo, como hasta entonces lo ha sido, a depender de otro, como lo es para la familia, un hijo, una hija, perder parte de su independencia para cuidar al padre. En ese difícil tránsito de la conciencia autónoma a la conciencia discontinua la realidad sufre trastorno: ¿Es el maltrato un hecho real o una fantasía?, ¿Oye y comprende el que se está deteriorando lo que dicen los familiares o cuidadores sobre él? ¿Se agrava el deterioro cuando siente que se está convirtiendo en una pesada carga para la familia? ¿Es real lo que oye sobre que desean su desaparición, encierro en una residencia o muerte o es un deseo que nace en él para dejar de molestar? Asistimos esperanzados gozosos, cada día una fiesta, al nacimiento de la conciencia de un niño. La contrafigura es la pérdida de la conciencia, el deshacerse de un hombre, la gran tribulación. Quizá, peor que la propia muerte. La muerte es un mal trago que pasa rápido. El deterioro es un proceso lento, con partes de autoconsciencia dolorosas: dejar de ser, ser un estorbo, intuir en los demás -quienes queremos, quienes creíamos que nos querían- el deseo de que desaparezcamos, estar de más.


Florián Zeller, como digo, ha salido airoso del envite. Para ello ha contado con un magnífico guion y con un actor que en pantalla no lo parece. El guion explica al hombre en deterioro y su circunstancia. Para mostrar la conciencia fragmentada mezcla los tiempos, el pasado el presente el futuro, las viviendas familiares, la residencia, los personajes de la trama confundidos en la mente del protagonista, los sucesos y los dichos reales imaginados fantasiosos. Ante la mente en deterioro se cometen crímenes, la mayoría quedan impunes porque o bien son imaginados o bien se pierden en las brumas. El actor que no lo parece es Anthony Hopkins en uno de sus mejores papeles si no el mejor. No le va a la zaga quien hace de hija, Olivia Colman. Una película necesaria. ¿Qué puede haber más importante para un hombre que la conciencia de que está desapareciendo? Lo trágico no está en la cercanía de la muerte sino en la conciencia de la autodisolución.


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