sábado, 30 de enero de 2021

La actualidad innombrable

 


Alguien podría pensar dónde está el hombre, el hombre providencial que nos saque del hoyo cuando comienza a faltarnos oxígeno. Pero acaso ¿uno cualquiera, siendo el mejor de los hombres, imbuido de principios morales, tendría tanta fe en sí mismo como para ser siempre un hombre moral, para poner a raya a sus instintos y emociones y gobernar como una máquina desposeída de ellos, justa pero implacable?


(Los muñidores de candidaturas a la presidencia de Cataluña podrían pensar, Salvador Illa, ahí tenéis al hombre, con él la injusticia, el privilegio, la xenofobia no se volverán a imponer en la región. Muchos votantes pensarán, cómo voy a confiar en un hombre que ha gestionado como lo ha hecho la pandemia y la salud de todos. No estaba en su mano evitar los muertos, pero sí lo estaba el que fueran menos. Él es, se les dirá, la opción única para poner algo de orden y sentido. ¿No había otro? Sobre el votante se descarga la responsabilidad de escoger el mal menor aún cuando había la posibilidad de que pudiese optar por uno mejor. Son los que le han puesto ahí los responsables, que no pidan cuentas al votante.)


Pero no son los hombres providenciales los que garantizan el bien común, el orden, la justicia, la libertad y la igualdad. Cada uno a su manera es corruptible por sus bajas pasiones o por la falta de dominio sobre sí. Solo las leyes justas que son fruto de un pacto entre todos, formuladas por un grupo de sabios conocedores de la tradición y del resto de leyes de otras épocas y países, son la garantía de que la violencia y el privilegio no se impondrán al conjunto del país. Fuera de la ley solo hay demagogos, cada uno con su ‘Observador Popular’, su Völkischer Beobachter o su Ente per le Audizioni Radiofoniche).


Intento seguir en mis lecturas a los hombres de espíritu libre, huyendo de los fanáticos, los optimistas se han vuelto pesimistas, y la sensación que se acentúa cada día es de desesperanza. Dan ganas de cerrar los ojos y taparse los oídos. Ya sucedió en otras épocas cuando se atisbaba un futuro oscuro (Roberto Calasso hacía recuento de los infelices 30  y 40 en La actualidad innombrable). Muchos sucumbieron por las manos de otros o por su propia mano.


(En la primera fase de la pandemia y del tiempo político que se inició con el gobierno Frankenstein tenía sentido el reproche, la crítica furibunda a la manera de hacer las cosas por la falta de unión, por la alentada división de la ciudadanía. Ahora carece de sentido, no se logra nada con ello. Vivimos en la fatalidad. No es solo este país, es Europa, es el mundo. La imposición del sistema chino, no su emergencia, las catástrofes climáticas, la debilidad del proyecto europeo).


Se ha acabado el tiempo de los reproches comienza el del lamento. Tiene que pasar la época mala para que amanezca el día menos oscuro, no sin gran dolor. Hay que fortalecer el ánimo para pasar el mal trance y esperar para verlo como pasado. Suerte amigo.


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