domingo, 24 de enero de 2021

En el filo del abismo

 



"No me vengan con escrúpulos de conciencia. Esta cosa es ciencia física de primerísimo nivel" (Enrico Fermi).


La construcción de la bomba atómica en Los Álamos nos demuestra que cuando los científicos tienen la posibilidad de crear algo nuevo a partir de sus teorías lo hacen por encima de las cuestiones morales que se les puedan plantear. El general Groves, a cargo del Proyecto Manhattan, y Robert Oppenheimer, el director científico del proyecto, sabían que los alemanes no contaban con la infraestructura necesaria para fabricar la bomba y sin embargo siguieron adelante. Cuando Roosevelt dio luz verde al proyecto Manhattan, en junio de 1942, los aliados ya sabían fehacientemente que Alemania había puesto fin a su programa atómico. ¿Por que mantuvieron el proyecto? La batalla de Stalingrado, y la emergencia de Rusia como potencia, fue decisiva. La excusa que mantuvieron en secreto con respecto a la comunidad científica que trabajaba para ellos pero que manejaron para sí, cuando adelantarse a Hitler ya no era el propósito, fue que la fabricación del arma terrible tenía por objeto poner fin a la guerra, aunque el propósito real era imponerse a los ruskies. Que Estados Unidos fuese el único país que poseyese la bomba garantizaba la paz del mundo, pero también le daría 'una influencia política sin precedentes'. Según Peter Brown (Historia secreta de la bomba atómica), hubo una conspiración de silencio de altos cargos de responsabilidad para ocultar los verdaderos motivos detrás de la presunta amenaza de una bomba atómica nazi a fin de que los aliados occidentales tuvieran garantizado el monopolio nuclear, algo que solo pudieron hacer engañando a los científicos. Nueve físicos eminentes se negaron a trabajar en la bomba, entre ellos Albert Einstein, Lise Meitner y Erwin Schrödinger.


Y una vez fabricada la bomba había que probarla. ¿En Alemania, en Japón, el alguna zona costera submarina, en una ciudad, en una meseta? Cuando fue evidente, para los científicos que trabajaban en el proyecto, no para sus directores que ya lo sabían desde principios de 1943, que Alemania no contaba con la bomba, solo uno de ellos, el polaco Josef Rotblat, abandonó el Proyecto Manhattan, en diciembre de 1944. ¿Por qué solo él, por qué los demás se mantuvieron? Por pura curiosidad científica, el deseo de comprobar que la teoría funcionaba. El entusiasmo científico hizo que perdiesen el contacto con las graves consecuencias. "Los científicos tenían un juguete y tenía ganas de probarlo, por eso lanzaron la bomba" (almirante William Halsey). Un segundo motivo que utilizaron a posteriori fue que la bomba contra Japón salvaría vidas, argumento desacreditado por la posterioridad (ya estaba derrotado). Un tercer motivo era el temor de los científicos a abandonar el proyecto porque eso ponía en peligro su carrera. Apartaron sus escrúpulos morales. Además todos tenían conciencia de pertenecer al club más exclusivo del mundo. La Bookings Institution ha calculado que el proyecto Manhattan costó 23 mil millones de dólares de 2017 y empleó a más de 130.000 personas.


Otro asunto que trata Peter Brown es el de los agentes que pasaron información confidencial a la URSS. John Cairncross, el quinto hombre de los famosos cinco de Cambridge, en primera fila de las ambiciones atómicas de Gran Bretaña, fue uno de ellos, pero el más decisivo fue el físico judío alemán Klaus Fuchs. Los soviéticos supieron por él que las investigaciones en la Alemania de Hitler se encontraban en punto muerto y que Estados Unidos y Gran Bretaña estaban construyendo instalaciones industriales para fabricar las bombas. Les pasó información sensible sobre la separación de isótopos, el método exacto para separar el U-235 del U-238, las pilas de uranio y agua pesada y grafito. También datos técnicos como que el plutonio era la vía más prometedora, que ahorró muchas etapas de trabajo intensivo y aceleró en al menos dos años el programa atómico soviético, como reconoció el joven físico Igor Kurchatov, el héroe de la bomba soviética.


Niels Bohr, el físico más respetado de la época, intentó mediar entre Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión soviética. Su idea era compartir el secreto de la bomba atómica con los rusos: solo si Estados Unidos y la Unión soviética, las dos grandes potencias de la posguerra, contaban con una capacidad militar equiparable podría evitarse la carrera armamentística. ‘Fue otra etapa de la historia, un punto de inflexión en el que el mundo no logro inflexionar’. La cuestión que se plantea Peter Watson es si el movimiento iniciado por Bohr y otros científicos para impedir la fabricación de la bomba habría tenido éxito, si Churchill hubiese iniciado una conversación sería con Stalin a propósito. ¿Hubiese este renunciado a la bomba?


En el bando aliado se preguntaban si la bomba debía ser un elemento de política disuasoria o debía utilizarse contra el nuevo enemigo, la URSS. Hubo planes en la posguerra para lanzar la bomba sobre Moscú por el temor a que el ejército ruso, que no se había desmovilizado (había tres millones de soldados rojos esperando la orden), al contrario que el americano, pudiera invadir los países de Europa Occidental. Los americanos creían que tendrían el monopolio de la bomba durante muchos años. Fue una sorpresa que el 3 de septiembre 1949, en las estepas de Kazajistán, estallara la Pervaia Molniia, el primer relámpago, la primera bomba soviética, de plutonio, el doble de potente que la que estalló en Hiroshima. El propio Stalin comprendió a qué se enfrentaba la humanidad: ‘El empleo de las armas atómicas podría ser un augurio del fin del mundo’. En Washington la reacción fue de 'conmoción e incredulidad'. Los soviéticos se habían ayudado de los agentes al pie del Proyecto Manhattan, los americanos no tenían ni uno solo en el interior de la URSS. La guerra de Corea fue otro momento en que el mundo estuvo en el filo del abismo, Truman incluso firmó la orden para hacer estallar varias cabezas nucleares, aunque no la ejecutó. Peter Watson hace una afirmación sorprendente, el espionaje de Klaus Fuchs, que fue descubierto y condenado a 14 años de prisión, sirvió al equilibrio de fuerzas nuclear al hacer que los dos bandos dispusiesen de la bomba, sin él probablemente las bombas habrían estallado. Hacia 1950, Europa era ‘un continente congelado en el terror’. Klaus Fuchs traicionó a los países que le acogieron cuando huyó de los nazis pero su traición nos salvó del desastre.



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