miércoles, 13 de enero de 2021

Cuando las metáforas no sirven

 



Acierta Benjamín Labatut cuando presenta los hallazgos de los grandes físicos de comienzos del siglo XX como arrebatos de genio. Si hubiesen seguido las reglas tradicionales de la física que se enseñaba en las universidades (a Schrödinger sus profesores le dijeron que olvidara su intuición) no hubieran descubierto nada. La física cuántica fue surgiendo a saltos, cada uno de esos genios en circunstancias difíciles, casi imposibles, dio con un eslabón, con un enfoque que sumado a los anteriores configuraron una nueva forma de ver el mundo. Benjamín Labatut (Un verdor terrible) nos presenta a un delirante Werner Heisenberg, aislado en la imposible isla báltica de Helgoland, leyendo a Goethe y a Hafez de Shiraz, entregado a sus abstractas matrices y a la primera formulación de la mecánica cuántica; al príncipe Louis de Broglie, mientras prepara una exposición de art brut, La Folie des hommes, en homenaje a su amigo del alma, Jean-Baptiste Vasek, que acababa de fallecer, dando con una fórmula que el tribunal de tesis que lo juzgó, entre los que había un Nobel, no podía aceptar, pues sostenía que no solo la luz era a la vez onda/partícula sino que todos los átomos, que la materia era ondas; y a Erwin Schrödinger, en un sanatorio de los Alpes suizos, enamorándose de una adolescente como él enferma de tuberculosis, mientras la intuición que le habían desaconsejado sus profesores le lleva a pensar que el electrón no ocupa una posición sino una nube de posibilidad, que describe en la ecuación de la función de onda que ni él mismo comprende pero que revolucionará la física.


Cuando presentaron sus resultados individualmente había pocos que pudieron entenderlos. Ni ellos mismos tras su arrebato entendían lo que habían descubierto. De cada uno de ellos se podría decir lo que Einstein dijo de De Broglie: “Ha levantado una esquina del gran velo. Es el primer débil rayo de luz en este dilema del mundo cuántico, el más terrible de nuestra generación”.


¿Pero qué mundo estaban descubriendo? La física clásica había establecido que el mundo era objetivo y que se podía conocer, lo que vemos tiene causa y es causa de otros fenómenos que le siguen, sin embargo en la ecuación de Schrödinger los fenómenos subatómicos aparecen distribuidos estadísticamente en una extensa nube de probabilidad, habitan un espacio de posibilidades. ¿Cómo trasladarlo a la comprensión? ¿Tenemos metáforas, con las que estamos adiestrados y acostumbrados a percibir la vida real, con las que comprender el mundo subatómico? Heisenberg no cree que las metáforas del sentido común puedan captar la extrañeza del cambio de escala de la materia. ¿Es posible pensar de forma cuántica? No hay un observador objetivo, formamos parte de la realidad, interactuamos con ella, somos la realidad que se observa y cuando lo hace al fijar un punto de lo observado otro se nos escapa, desaparece. Iluminar una propiedad es oscurecer otra. Un objeto cuántico no tiene entidad o no tiene una entidad única, no podemos determinarlo. Una partícula tiene muchos modos de aparecer, si vemos una de sus posibilidades es por puro azar: es en el acto de medición cuando se convierte en real. Y eso vale tanto para la realidad macro como para la micro. La física, como establecieron en la Conferencia Solvay Heisenberg y Bohr, en 1927, no se ocupa de la realidad sino de lo que podemos decir de ella, no ve causas sino posibilidades. A Einstein, ¡a Einstein!, formado en la mecánica del relojero cósmico de Newton, le costó entenderlo: “Dios no juega a los dados”. Así que cómo lo vamos a entender el resto de los mortales. “Creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica” (Richard Feynman).


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