sábado, 17 de octubre de 2020

Paradero desconocido, de Kressmann Taylor

 


«Llegas a una Alemania democrática, a una tierra profundamente culta, donde la preciosa libertad política está en sus comienzos. Será una vida maravillosa. Tu nueva dirección no puede ser más sugestiva».


Seguramente se podrían haber dicho más cosas sobre los tres personajes que casi de puntillas pasan por las breves páginas de esta novela epistolar, pero no con la misma intensidad y con la misma participación del lector. La novela está escrita en 1938, año crucial para la trágica época que se avecinaba, aunque comienza en 1932, año en que el monstruo humano sin parangón se asomaba a la imaginación forjada en la necesidad de los alemanes, cuando una familia de alemanes abandona California para instalarse en Munich. Martin Schulse deja a su mejor amigo, Max Eisenstein, que se seguirá ocupando del negocio común de una galería de obras de arte. Se intercambian cartas para dar cuenta del negocio y del estado de su amistad. Max se dirige a su amigo como, Querido Martin; Martin Schulse le responde, como Señor Señor Max Eisenstein.


Desde la primera carta aparece la cuestión que destruirá su amistad: «¿Quién es ese tal Adolf Hitler, que parece estar haciéndose con el poder en Alemania? -pregunta Eisenstein a su amigo-. No me gustan las cosas que leo de él». Schulse se convierte en funcionario del nuevo régimen y como tal se afilia al partido: «Creo que en muchos sentidos Hitler puede ser conveniente para Alemania». La relación entre ambos amigos va deteriorándose hasta el punto de que en varias ocasiones Matin le dice que han de interrumpir su diálogo porque puede perder su puesto de funcionario por cartearse con un judío, Alcanza el punto crítico cuando aparece el tercer personaje, Griselle, actriz, hermana de Max que ha ido contra el consejo de su hermano a Berlín para una actuación teatral. A Max le devuelven desde Berlín una última carta que había enviado a Griselle con un sello que decía «paradero desconocido». Max pide ayuda a su amigo; este se desentiende, incluso rechaza a Griselle cuando esta llega a su casa perseguida por camisas pardas. A partir de ahí las cartas adquieren un cariz distinto que no revelaré para que, mis queridos lectores, las leáis vosotros (apenas 80 páginas) y veáis cómo acaba la historia.


Katherine Kressmann cuenta en una nota final que la idea de la novela le surgió de una escena que presenció en California cuando unos alemanes que regresaban a su país, al cruzarse con un amigo judío, le negaron el saludo. ¿Qué puede llevar a hombres cultos e inteligentes a transformarse de ese modo?


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