martes, 29 de septiembre de 2020

Never Rarely Sometimes Always


 

Qué objeto curioso es el cuerpo de un/una adolescente. Frágil y bello como un jarrón en la repisa de una chimenea. Distante, ajeno, ensimismado, porque ya no recordamos que lo fuimos. ¿Alguien se acuerda de su adolescencia? Sí que recordamos la de nuestros hijos, lo mal que lo pasaban, lo mal que lo pasamos, pero se olvida porque comienza otra etapa en la que uno va dejando poco a poco de ser el centro de atención de uno mismo para fijarse en las cosas, el futuro se aparece proyectándonos, los demás son más atractivos que nosotros mismos. Si sacamos al adolescente de la repisa y lo vemos en movimiento, cómo discurren sus deslavazados pensamientos, su temeroso sentir, pierde el atractivo y desata en nosotros la compasión. Pareciera que la fragilidad, su fragilidad, es una etapa breve en el crecimiento del homo sapiens, pero en realidad nos constituye. Somos criaturas frágiles. A la vista está. Sucede que nos envolvemos en papel de regalo y nos ofrecemos. Nos rodeamos de cosas y ni por un instante nos quedamos a solas con el temblor que agita nuestro corazón. El mismo temblor que le da vida.


La pandemia es un enorme sumidero, no sólo sume vidas, muchas de las mejores cosas que hemos construido y que nos han permitido afrontar nuestra fragilidad con serenidad y valentía se están yendo. ¿Por breve plazo? ¿No se están aflojando los lazos de fraternidad? ¿No estamos empezando a ver al otro como a un extraño? Al confinamiento físico le está sucediendo el confinamiento psíquico. La fraternidad se nutre con la cercanía, el abrazo, las palabras y en su ausencia con lo que nos estimula para que crezca en nosotros la cercanía: la música y el arte: películas, literatura, exposiciones, encuentros en la alameda.


Esta película se estrena ahora, pero tiene toda la pinta de haber sido hecha antes de la pandemia. Ha triunfado en los festivales recientes, pero ¿cuántos la verán? Es una película necesaria, ofrece conocimiento (de la adolescencia) a cambio de empatía. De ambos estamos necesitados. Podría decir mucho de ella, pero como en las buenas películas no sería suficiente porque a cada espectador le hablará de una manera. Solo diré que todo en ella es mujer, desde la guionista y directora hasta las actrices que parecen no serlo de tan naturales. Y qué bien entienden el cine, además del dolor. El cine no es cháchara, sino imágenes en movimiento. No hay frases que uno pueda recordar, sólo los eruditos pedantes las confunden con el arte, porque lo que nos ofrece es anterior y posterior a las palabras. A eso se refiere el título de la película, Nunca, casi nunca, a veces, siempre. Qué te va decir un adolescente. No sé si la sensibilidad es diferente a si la hubiesen hecho hombres. Me ha ayudado a ver la adolescencia de otro modo, quizá, como digo, es que la tenía muy olvidada. No te la pierdas.



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