lunes, 3 de agosto de 2020

La presa de Alba


Pocas cosas tan bonitas como una sorpresa en un día tonto del que no esperas nada. Salgo por el camino de la ermita, en Villafranca Montes de Oca, con la intención de descansar del viaje y comer el bocadillo que traigo de casa y veo que es un paraje bonito: una gran campa que supongo se utiliza el día de la virgen (Virgen de Oca; en el lugar hubo asentamientos romanos: Auca/Oca y prerromanos y fue sede episcopal antes de trasladarse a Gamonal y después a Burgos. Entre paréntesis de lo que me he enterado después); del otro lado un gran parking verde con coches extranjeros que no sé cómo han dado con el sitio. Buen lugar para hacer picnic junto al río. Pero esa no era la sorpresa. A 500 metros de la ermita hay un desfiladero, el desfiladero de La Hoz. He visto el cartel que anunciaba el embalse de Alba. Las indicaciones son malas y me he perdido. He subido un monte, tras atravesar un campo de trigo alto y granado, desde dónde apenas se veía nada salvo un par de pequeños estanques monumentales que me gustaría saber de qué época son (bajo uno de ellos parece que está o estuvo la tumba de San Indalecio tras ser sacrificado, por eso le llaman Manantial de San Indalecio), pero nada del embalse.


               Hércules

Cuando ya me daba por vencido, porque iba en incómodas sandalias, he tomado otro camino por dónde he visto la señal del desfiladero de La Hoz. Lo he seguido primero por una pista de tierra, luego por un sendero, he pasado junto a una pequeña cascada de la que brotaba el agua de agosto, y, más tarde, por otro excavado en la roca antes de osar pasar por los restos de un puente que parece estar a punto de precipitarse sobre el río. Ahí estaba el premio. En lo más alto buitres y, más arriba, un par de cernícalos, me han parecido, que chillaban. Y al final del camino el embalse, en realidad el desagüe del embalse tras el gran muro que lo contiene (de 1996). Me hubiera gustado subir arriba para ver el agua embalsada pero no he encontrado el camino (cuando me iba he visto la amplia pista que subía; parece que junto al muro de represa había una escalinata que lo sube. No la he visto). Alba, que nombre melancólico para un despoblado, es un pueblo cuyos últimos moradores lo abandonaron en 1956, de ahí el nombre de la presa. De vuelta, me he detenido en las formaciones rocosas, un Hércules musculoso perfectamente dibujado, hercúleo si no fuese redundante sería el complemento (como en tantos sitios hay en el roquedal una cueca de los moros). Es un desfiladero pequeño pero impresionante, encajonado y estrecho, lo justo para dejar pasar el agua del río Oca. En el camino de vuelta una nube de mariposas azules muy claras me seguía, como le siguen a la princesa Isabel en la serie The Great. Un momento mágico. Habrá que volver en otoño. 

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