domingo, 28 de junio de 2020

Mrs. America


Mrs. America (HBO) es una gran serie, podría ser mejor, pero aun así es una buena serie. Por qué. Porque trata al espectador como adulto, cosa que ocurre pocas veces. Es el momento, los 70, en que el feminismo se convirtió en movimiento político en EE UU en torno a la "Enmienda de Igualdad de Derechos", que buscaba la igualdad en el trabajo, el divorcio y la propiedad por igual entre hombres y mujeres. Los demás países fueron a remolque, como en todo lo demás, según el imperio ha ido dictando las modas, políticas, sociales y culturales. Aunque los guionistas navegan a favor de la corriente, dan por buena la causa feminista, no cuestionan sus principios (me resulta difícil creer que sus oponentes ofrecieran argumentos tan flojos), exhiben inteligencia: los protagonistas son mujeres, las mujeres que tuvieron que ver con los comienzos del feminismo político (es una serie que replica la realidad de la época: personajes, contexto, debates políticos), y si aparecen hombres lo hacen en papeles muy secundarios, y las presenta (es lo mejor de la serie) en su contexto, con sus contradicciones familiares, sexuales, de carácter e ideológicas. Además convierte en protagonista principal a la mujer que se enfrentó al feminismo político desde posiciones conservadoras, Phyllis Schlafly (Cate Blanchett). No sé si todo lo que cuenta sucedió tal cual, si el ambiente en que se movían esas mujeres era tal como lo presenta, distendido, informal, abierto en los ambientes donde se movían las feministas; encorsetado, formal, opresivo en el caso de las conservadoras. Es verosímil y juega a favor de la corriente, de cómo han sucedido las cosas después. También es verosímil el relato histórico: las que más se expusieron y bregaron no obtuvieron el premio que esperaban (suele suceder), las arribistas tomaron el relevo. La última escena, con la prota conservadora, Phyllis Schlafly, en su cocina, pelando manzanas para hacer un pastel, larga y morosa, es cruel pero refleja su doble derrota: no pudo, no podía imponer sus tesis a la sociedad y no obtuvo del Reagan elegido presidente el papel importante que esperaba en su nuevo gobierno a cuyo triunfo tanto había contribuido y, que de haberlo hecho, habría confirmado igualmente que sobre una causa (antifeminista) que no podía triunfar había levantado su carrera política de mujer empoderada.


Por otro lado, que magníficas actrices (y qué buenos guionistas y estilistas y realizadores). Qué ancho y profundo es el fondo de armario de la actoría americana. Da gusto ver a Cate Blanchett y a todas las demás en unos papeles con volumen, nada de estereotipos, representando a mujeres reales, complejas, bajo la apariencia de la pelea política que siempre lleva a la simplificación. Ni los actores españoles, ni los políticos, todos de una simplicidad que asusta, están a su altura.



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