miércoles, 3 de junio de 2020

Juego de niños (Demasiada felicidad, Alice Munro)

Cuando eres pequeño te transformas en una persona distinta todos los años”.

En Juegos de niños, la narradora cuenta la historia en dos partes, una de su infancia y preadolescencia y otra de adulta. Vivía en una familia no muy rica durante la guerra, en unas habitaciones alquiladas en la que llama casa amarilla, “entre lo aceptable y lo decididamente ruinoso. En la misma vivienda había otra niña, Verna. Tenían en torno a los diez años. A Verna, con un problema de estrabismo y muy delgada, se le hacía pasar por nieta de la propietaria de la casa, un mujer a la que de vez en cuando visitaba un hombre al que había que evitar. No se hicieron amigas, la narradora jugaba por su cuenta y Verna la observaba. Ambas acudían al mismo colegio, pero Verna en una ala separada a la que iban las especiales. La narradora está incómoda ante la presencia de Verna. Cuando se acerca la rechaza, incluso con cierta violencia. Una incomodidad que se convierte en aversión, odio incluso, sea lo que sea eso en una niña de diez años: “no sabía ni leer ni escribir”, era “como un sótano lleno de moho”. En la colonia de vacaciones de verano, junto a un lago, se hace amiga de Darlene, hasta tal punto amigas que las conocen como las mellizas Marlene y Darlene. Marlene admira a su amiga, la halaga, la envidia, en contraste con lo que le cuenta de Verna. Lo que sabemos de Verna es lo que Marlene cuenta a Darlene, después de que esta le haya contado un episodio de la vida familiar: Darlene pilló a su hermano en su cuarto rebotando sobre el cuerpo desnudo de su novia. El último fin de semana de las dos semanas que pasan junto al lago, llega un grupo de especiales entre las que se cuenta Verna. La tarde del domingo antes de que los padres vayan a recogerlas ocurre un suceso mientras están bañándose del que no nos enteraremos hasta el fin del largo relato.

Marlene y Darlene se separan, ruedan sus vidas, y no vuelven a tener contacto hasta que un día la narradora recibe una nota enviada por el marido de Darlene. Han pasado muchos años. Darlene le había escrito una carta felicitándola por un libro que la narradora ha publicado, un libro relacionado con su profesión de antropóloga, pero no le contesta. Darlene está casada. Marlene no está por el matrimonio y lleva la cuenta de sus amantes, 16. Darlene está ingresada en un hospital, enferma de cáncer, en situación crítica. La narradora no tiene intención de ir a verla, pero al final va. Incluso, ya en el hospital varias veces piensa en volverse a casa. En la habitación, su antigua amiga está dormida y la enfermera le da un sobre a su nombre preparado con antelación. La enfermera le avisa que el marido no debe enterarse. En el sobre se le pide que le haga un favor, que espera no se negará, que vaya a la catedral de una ciudad cercana, Guelph, y pregunte por el padre Hofstrader. La narradora arroja al aire el sobre, pero se ha guardado sin darse cuenta la nota que había dentro para el padre. Piensa no ir, pero al final va. Es entonces cuando la narradora desvela qué ocurrió aquella tarde de domingo junto al lago cuando eran niñas y que afecta a Verna. Un suceso insoportablemente cruel. La moribunda está arrepentida y quiere ser perdonada, pero ¿la narradora? La narradora escribe esto:

¿No me tentó tanta palabrería? ¿Ni una sola vez? Podría haberme abierto, tener la sensatez de abrirme, al vislumbrar el perdón, inmenso aunque engañoso. Pero no. Esas cosas no son para mí. Lo hecho, hecho está. A pesar de los coros de ángeles y las lágrimas de sangre”.

Juego de niños es un cuento, como todos los de Alice Munro, de sencilla y fácil escritura pero de complejo entendimiento. ¿De qué tipo es la discapacidad ‘especial’ de Verna, psicológica, social o todo está en la cabeza de la narradora, sin descontar la propia crueldad de la época? El lector tiene que ir adivinando lo que sucede. Aunque no se enterará hasta el final, y de lo que se entera no tiene que ver con lo que esperaba. Por un lado está la descripción de las niñas, la fría crueldad de Darlene ¿atribuible a la falta de conciencia moral en los niños? Por otro la idea de perdón. Por otra el objetivismo de la narradora que describe una personalidad que solo se desvela al final, pero el lector va cavilando sobre ella. Después, el suceso final, el modo diferente en que aquel suceso de la infancia influyó en las dos supuestas mellizas, Marlene y Darlene. Un cuento cruel. 

Nombre y frasecitas.




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