domingo, 21 de junio de 2020

Gestionar la miseria

                                                                  ¿Madrid?, no Sâo Paulo

"Si lo moral y lo inmoral no existe, todo el mundo queda liberado de la necesidad de seguir las reglas" (Anne Applebaum).

"Nos quedan 13.000 fallecidos ahí, pero no podemos ubicarlos ahora". (Fernando Simón)


Los periódicos se han devaluado enormemente. No valen los tres euros que piden por ellos los domingos. Buena parte de la prensa y medios es basura directamente, los que pretenden dar una capa de mérito a la gestión gubernamental. Ese gobierno que desvergonzadamente dice que con su gestión ha salvado 450.000 vidas, el mismo gobierno que miente sobre el número de los muertos reales. Si lo afirma con categoría de enfático comunicado presidencial es que hay gente dispuesta a aceptar el dato. El objetivo no es convencer de algo falso, sino demostrar que puede afirmarlo y que hay gente dispuesta a creerlo. ¡Hay gente dispuesta a creerlo! Si los medios no recibieran la ayuda que se les da no podrían mantenerse por falta de lectores, los acríticos convencidos no les bastarían. Y los periodistas decentes ya apenas tienen qué contar porque todo lo que tenían que decir sobre la mala gestión ya lo han dicho. Lo han dicho pero no ha producido ningún efecto. (La red de cómplices de Pedro Sánchez. Una nube de intelectuales y políticos han justificado las mentiras del presidente”. Ideas, El País. Este ensayo sí que merecía los tres euros de hoy).


Los periódicos no tienen nada que decir sobre el sombrío futuro porque no hay planes para enderezar y modernizar el país. El dúo que gobierna se conforma con gestionar la miseria. Ese es su plan, gestionar la miseria. Ni siquiera los 100 economistas que dicen haber convocado les convence de que un país con ese plan no tiene futuro. No recuerdo un tiempo, desde que comencé a tener conciencia del mundo, una época vivida en que no hubiese un horizonte hacia el que mirar. Salvo esta. Todo el que haya seguido el curso de las aulas en las pasadas décadas se habrá preguntado más de una vez, cuándo toda esta carencia, esta falta de programas, esta educación inútil y banal se cobrará su deuda, cuándo la realidad se cobrará el precio de la desatención. Pues aquí está el temido momento.



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