No
hay plan. Decepcionante, descorazonador. Ni en el gobierno ni en la
oposición. Parece como si todos estuviesen esperando que suceda lo
que prevén:
asaltos a supermercados, ocupación de pisos, violencia callejera.
Solo entonces presentarán, qué. Tenemos la experiencia del 2008 y
siguientes.
Sabemos lo que no se debería haber hecho, lo que se hizo a medias.
Sabemos que del experimento surgió un genio inesperado de la
botella, el populismo. Hay un remedio sobre
el que
se ha teorizado y del que se han hecho algunas pruebas. Se llama renta básica universal. Todos los ciudadanos recibirían una paga por el hecho
de serlo. Esa paga tendrá
un carácter parecido al derecho al voto, a la asistencia sanitaria o a la
libertad de
expresión o a la libertad de culto. Un
derecho universal. Cómo el oxígeno que
nos da la vida
y se extingue con el último aliento. Como derecho lo debe
suministrar
el Estado, sin
depender por tanto del color del gobierno ni del partido que lo
sustente. Como tal derecho debe tener dos cualidades: ser universal y ser incondicional. No depende de que seas rico o pobre, diestro o cojo,
inteligente o menos inteligente. Y nadie puede preguntarte a qué
dedicas el dinero que recibes, como en la libertad de culto no se
te
pregunta a quién diriges tus rezos.
Por
qué no lo presentan, lo debaten o lo implementan como el punto
primero y principal del plan para salir de la crisis. Los partidos
de
derechas creen que limitaría la iniciativa y el
emprendimiento
personal. Prefieren apoyar a empresas que creen puestos de trabajo o
hacer que no quiebren
para no perderlos y
en última instancia, la caridad.
El ejemplo de esa política fue el rescate de las cajas de ahorro.
Por qué salvar a empresas quebradas, por qué tirar el dinero. Los
inversores deben apechugar
con sus malas inversiones o inversiones de riesgo. Los
desempleados
tendrían la RBU antes de buscarse otro empleo. La izquierda cree (es una fe)
en la sociedad asistencial, pobrecitos.
En eso, como en tantas cosas, ha heredado el espíritu caritativo
cristiano. Ambas, izquierda y derecha, además, con esas políticas
ansían controlar nichos de votos, electores cautivos. Clientelismo
se llama uno de los peores enemigos de la democracia.
Objeciones.
1.
De
dónde se saca tanto dinero para implementar la RBU. Se van a
disponer de ayudas millonarias
y préstamos de la UE, ¿dónde va a ir todo ese dinero?
Se pueden fundir
parte de las
ayudas sociales con
la RBU.
Se pueden subir los impuestos temporalmente a las rentas más altas. Y se puede y debe recortar las pensiones y el salario de los funcionarios. ¿Por qué en las crisis estos nunca la padecen como los demás? ¿No son ellos precisamente los que nunca dejan de hablar de solidaridad? Además si hay rescate de la UE, eso será lo primero que exijan. Por otro lado buena parte de la RBU será devuelta cuando se haga el IRPF. Si se hacen cuentas no parece inabarcable, es factible, solo falta presión popular, voluntad y solidaridad. La RBU dinamizará el mercado tras la crisis, dinero para gastar.
2.
Qué
pasa con los que no necesitan la RBU: el dinero recibido lo tendrán
que devolver en la declaración de la renta. No
les sacará de ricos, hasta pueden sentirlo como una ofensa. Recibir
una mísera paga del Estado.
El
objetivo de la RBU es doble, liberar de la necesidad al hombre y con ello preservar su dignidad.
La vida es un regalo que la naturaleza nos da. La dignidad es una
adquisición de la civilización. Ser deudores fue una condición que
desde antiguo llevó
a la esclavitud, física
o mental.
Para ser hombres libres no tenemos que deber nada a nadie. Que
con la cabeza alzada, los ojos abiertos y la lengua suelta podamos
decir no
siempre que nos de la gana. Ese
es el objetivo. Pero
soy pesimista, no es este un país de hombres que pongan por delante
ser libres e iguales, aunque siempre cabe un partido que
por la presión del
impulso ciudadano
diga, la libertad, ahí la tenéis aunque no la queráis.
Por
qué no hay pliegos, pancartas,
altavoces
en las calles clamando
por
la RBU o
plataformas en internet recogiendo
firmas. Por qué no se grita en los balcones. Ni la Venezuela de
Maduro ni la Hungría de Orban o la Polonia del PiS, una
sociedad de hombres libres
e iguales.
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