martes, 7 de abril de 2020

El mapa de los afectos, de Ana Merino



Uno de los aciertos de esta novela es el título. Es bonito. De algún modo da la idea de lo que la autora ha ideado, una especie de puzzle en torno a una localidad del medio oeste americano (Iowa), un puñado de vidas entrelazadas, cada una de las cuales es contenida en un episodio significativo, aunque pulule por los demás episodios como una sombra o como fondo de otras historias. También vale la imagen de la cesta de cerezas que al tirar de una van saliendo una a una todas las demás. Padres, novios, hermanos, amantes, una vieja beata gruñona, un soldado que vuelve a casa sin piernas, un muchacho que observa a su profesora en un affaire sentimental en el bosque, pero también una violación, el asesinato por error de una persona equivocada, acusaciones falsas y viajes de turismo por España. Las tramas son sencillas como lo es la escritura. La misma imagen del puzzle sirve para explicar el tratamiento de las historias, una mirada sobre un tablero en el que poco a poco se van enjaezando las piezas. La contrapartida es que los personajes no tienen reverso, carecen de volumen, no se ahonda en ellos, aparecen como portadores de una imagen, de un suceso, de un sentimiento asociado a cada pieza del puzzle, que parece ser, por otra parte, la intención de la autora. Tampoco el narrador está por completo definido, a veces en primera persona, a veces en tercera, incluso en alguna ocasión aparece un narrador omnisciente que chirría un poco. Una lectura, por tanto, ligera, agradable, distendida.


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