domingo, 8 de marzo de 2020

Progreso


Para nosotros seres de conciencia no puede haber otra salvación que la individual. Una vida, una vida digna, una vida moral. Estadios sucesivos de la conciencia. Aspiramos a tener una o dos o las tres. Para algunos no puede llamarse vida lo que les ha tocado en suerte, por razón de naturaleza o por haber nacido en mal lugar: época, país, familia, medio social. El progreso va llegando, sin alcanzar a todos al mismo tiempo, lentamente, mitiga el dolor o dignifica la vida, sin aliviar del todo la desgracia humanas, aunque rápido a escala biológica. Nos parece lento el progreso humano pero si lo dibujaremos en un mapa cronológico o en una escala de coordenadas veríamos su imparable avance. El espíritu científico y su acompañante tecnológico es el ejército en marcha del progreso. Le han precedido las buenas ideas y los movimientos de emancipación contra las ideas malas organizadas. En esos movimientos de mejora está la lucha por el bien común, de ellos salen proclamas, documentos políticos y jurídicos que modelan la organización social. En ellos hay liderazgos en los que es difícil separar la promoción personal de la lucha desinteresada. Hay santos y cínicos, hombres sacrificados y psicópatas, moderados, pragmáticos y burócratas y una masa de hombres comunes que dan cuerpo al movimiento. Aunque algunos fracasan otros alcanzan mejoras de las que se beneficia la población, pero siempre unos más que otros. Es una utopía, al menos por ahora, la sociedad en la que todos los hombres sean tratados por igual. Somos tan diferentes, que las necesidades no son las mismas, como tampoco las expectativas ni los deseos. 

Una sociedad justa sería aquella que tratase a todos por igual, preservando las diferencias, pero la práctica de ese buen propósito llevaría a la desigualdad. Por naturaleza unos se conforman y otros no. Lo que está a nuestro alcance es suprimir y castigar los privilegios, los tratos de favor y de amistad, que se favorezca a los listos, castigar a quienes se aprovechan de los puntos ciegos o borrosos de la ley, a quienes usan la palanca familiar, de la amistad, o de supuestas deudas contraídas. Recibir una herencia no debería ser una ventaja. Sí que deberíamos conceder un trato de favor a quienes la naturaleza no ha favorecido o a quien ha nacido en un contexto social desfavorable. Y por ley. Solo la ley garantiza la igualdad de trato o la desigualdad en caso de necesidad. Cuando hay reivindicaciones generales con movimientos de masas suele haber privilegios que se defienden o reclaman, a veces razonables, pero también gente que queda en la penumbra cuando no olvidados del todo, sentidos como una molestia por los beneficiados. Pensemos en las víctimas en el País Vasco, no solo los muertos, no solo los familiares, todos los no nacionalistas. Lo mismo sucede en Cataluña. Cualquier movimiento que se pone en marcha tiene sus zonas de sombra. Pensemos en el feminismo y cómo se ocupa de las mujeres prostituidas, de la gran masa de limpiadoras y trabajadoras del hogar, de las mujeres que duermen en la calle, de las inmigrantes y de la violencia y sumisión en la familia. En el debate público están presentes cosas más generales, reivindicaciones de clase media, de gente con necesidades básicas cubiertas que esperan mejorar su posición relativa, lo cual es razonable, pero hay un alto porcentaje de mujeres cuya posición no mejora. Hay asuntos que deberían ser prioritarios y no están en la agenda del día. Hoy hay una magnífica entrevista en el diario a una escritora que ha recorrido las calles de París. Es desgarradora.






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