Para
nosotros seres de conciencia no puede haber otra salvación que la
individual. Una vida, una vida digna, una vida moral. Estadios
sucesivos de la conciencia. Aspiramos a tener una o dos o las tres.
Para algunos no puede llamarse vida lo que les ha tocado en suerte,
por razón de naturaleza o por haber nacido en mal lugar: época,
país, familia, medio social. El progreso va llegando,
sin alcanzar a
todos al mismo tiempo,
lentamente, mitiga el dolor o dignifica la
vida, sin
aliviar del todo la
desgracia humanas, aunque
rápido a escala biológica. Nos parece lento el progreso humano pero
si lo dibujaremos en un mapa cronológico o en una escala de
coordenadas veríamos su imparable avance.
El espíritu científico y su acompañante tecnológico es el
ejército en marcha del progreso. Le han precedido las buenas ideas y
los movimientos de emancipación contra las ideas malas organizadas.
En esos movimientos de mejora está la lucha por el bien común, de
ellos salen proclamas, documentos políticos y jurídicos que modelan
la organización social. En ellos hay liderazgos en los que es
difícil separar la promoción personal de la lucha desinteresada.
Hay santos y cínicos, hombres sacrificados y psicópatas, moderados,
pragmáticos y burócratas y una masa de hombres comunes que dan
cuerpo al movimiento. Aunque algunos fracasan otros alcanzan mejoras
de las que se beneficia la población, pero siempre unos más que
otros. Es una utopía, al menos por ahora, la sociedad en la que
todos los hombres sean tratados por igual. Somos tan diferentes, que
las necesidades no son las mismas, como tampoco las expectativas ni
los deseos.
Una sociedad justa sería aquella que tratase a todos por
igual, preservando las diferencias, pero la práctica de ese buen
propósito llevaría a la desigualdad. Por naturaleza unos se
conforman y otros no. Lo que está a nuestro alcance es suprimir y
castigar los privilegios, los tratos de favor y de amistad, que
se favorezca
a los listos, castigar a quienes se aprovechan de los puntos ciegos o
borrosos de la ley, a quienes usan la palanca familiar, de la
amistad, o de supuestas deudas contraídas. Recibir una herencia no
debería ser una ventaja. Sí que deberíamos conceder un trato de
favor a quienes la naturaleza no ha favorecido o a quien ha nacido en
un contexto social desfavorable. Y por ley. Solo la ley garantiza la
igualdad de trato o la desigualdad en caso de necesidad. Cuando hay
reivindicaciones generales con movimientos de masas suele haber
privilegios que se defienden o reclaman, a veces razonables, pero
también gente que queda en la penumbra cuando no olvidados del todo,
sentidos como una molestia por
los beneficiados.
Pensemos en las víctimas en el País Vasco, no solo los muertos, no
solo los familiares, todos los no nacionalistas. Lo mismo sucede en
Cataluña. Cualquier movimiento que se pone en marcha tiene sus zonas
de sombra. Pensemos en el feminismo y cómo se ocupa de las mujeres
prostituidas, de la gran masa de limpiadoras y trabajadoras del
hogar, de las mujeres que duermen en la calle, de las inmigrantes y
de la violencia y sumisión en la
familia.
En el debate público están presentes cosas más generales,
reivindicaciones de clase media, de gente con necesidades básicas
cubiertas que esperan mejorar su posición relativa, lo cual es
razonable, pero hay un alto porcentaje de mujeres cuya posición no
mejora. Hay asuntos que deberían ser prioritarios y no están en la
agenda del día. Hoy hay una magnífica entrevista en el diario a una escritora que ha recorrido las calles de París. Es desgarradora.
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