sábado, 7 de marzo de 2020

Celebrando a las mujeres


Enheduanna ( 2285 - 2250 a. C.)

Enheduanna, hija de Sargón I, en Ur, dinastía de Akkad, la primera poeta, el primer poeta, de que se tiene noticia. Escribió en cuneiforme sobre tablillas de barro, himnos a las diosas.

Con tu veneno llenas la tierra
Aúllas como el dios de la tormenta
Cual semilla languideces en el suelo
Eres río henchido que se precipita bajo la montaña
Eres Inanna
Suprema en el cielo y la tierra.

Safo (650/610 - 580 a. C)

Me parece igual que un dios ese hombre
que está sentado frente a ti
y cautivo te escucha
mientras le hablas con dulzura.

Tu risa encantadora
me ha turbado el corazón en el pecho:
si te miro, la voz no me obedece;
mi lengua se quiebra
y bajo la piel, un tenue fuego me recorre,

ya no veo, mis oídos zumban,
brota el sudor, un temblor entero me sacude;
y estoy pálida más que la hierba.
Siento que me falta poco para morir

(Traducción de Irene Vallejo, en El infinito en un junco)


Wislawa Szymborska (1923 - 2012)

CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.

(Instante. Traducción Gerardo Beltrán
y Abel A. Murcia Soriano).

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