sábado, 14 de diciembre de 2019

Succession 2



Lo que da sentido a esta serie, en su segunda temporada, son sus personajes. Lo de menos es su trama, donde no hay desarrollo sino repetición. Los escenarios, castillos en Inglaterra, aviones y barcos, largas mesas, vuelven una y otra vez. Los guionistas han puesto poco de su parte para hacerla evolucionar, tan seguros están de que lo que funciona son ese puñado de personajes de una familia rica y poderosa, dueña de un grupo de medios de comunicación, a lo Rupert Murdoch o Berlusconi, y otras divisiones de entretenimiento, con un padre tiránico y cuatro hijos que quieren heredar su poder. Al espectador enganchado, todo espectador de series es un enganchado (habría que reflexionar sobre ello), le interesa ver la vulgaridad de esos tipos. Le gusta recrear a los poderosos como cultural y moralmente desarrapados, ya que no puede medirse con ellos por su riqueza, por su desapego de la necesidad, necesita sentirse superior en el mundo de los valores. Ahí los guionistas le dan gusto: visten sin elegancia, hablan zarrapastrosamente, son torpes al expresar sus sentimientos, hasta inútiles en el juego sexual, y solo caben dos variedades o son tontos inconscientes de serlo o listos y malos. Solo les mueve una ambición sin límites en la que los aliados les valen hasta la próxima batalla, donde la familia no es un lugar de reposo o recompensas, ni un refugio ante los desastres emocionales, sino al contrario una cancha donde se dirimen las peleas. Guionistas y productores cuentan con dos bazas, diálogos muy bien elaborados: llenos de anacolutos, incorrecciones, vulgaridades, y los actores: lo contrario de guapos, musculosos, adorables. Y a su alrededor un montón de aduladores e interesados, lo que es lo mismo, que no tienen ni media frase, a veces ni un plano. El espectador de esta serie lo tiene muy difícil si quiere identificarse con alguno de ellos, pero no lo busca, lo que quiere es verlos rebozarse en el barro.


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