¿No
es comprensible que el árbitro o los árbitros a cargo del VAR no
quisiesen revisar las acciones punibles dentro del área que podían
ser penalti, durante el reciente partido de fútbol entre el Barça y
el Madrid, para no encrespar los ánimos, para no dar motivos de
enfado a los radicales seguidores del Barça en su propio estadio,
a los alborotadores que la estaban montando en la calle? ¿No estaba
justificado?
¿No
es comprensible que el juez Marchena, en el redactado de la
sentencia, tras el juicio en que se juzgaba a independentistas
catalanes por un grave delito, rebajase la calificación que les
condenaba a ensoñación, disminuyendo así
la
gravedad, disimulándola, literaturizando el lenguaje jurídico, para
apaciguar la respuesta de los enfadados con el encarcelamiento,
juicio y condena? ¿No
estaba
justificado?
¿No
es comprensible que los dos grandes partidos españoles, durante
estas cuatro décadas de democracia, hayan
llegado
a pactos con los partidos nacionalistas, en los que a cambio de apoyo
para gobernar les cediesen competencias restringiendo cada vez un
poco más el papel del Estado en Cataluña, dejando en sus manos
asuntos tan importantes como la lengua, la educación y el orden
público que afectan a la vida diaria de todos los habitantes,
incluidos los no nacionalistas, y que ante ante delitos,
irregularidades y casos de indefensión hiciesen la vista gorda para
calmar o no agitar el rumor creciente de soberanismo,
autodeterminación y rebelión? ¿No estaba justificado?
¿No
es comprensible que los partidos de ámbito general presentes en
Cataluña, que reciben los votos de la población no nacionalista, se
aprestasen a colaborar con los partidos primero nacionalistas y luego
claramente independentistas en el gobierno de Cataluña, en los
ayuntamientos y diputaciones y en todo tipo de empresas públicas y
privadas, con independencia de la desconsideración, ninguneo y
humillación, de
la restricción
de
derechos elementales de
la gente que les vota e
incremento de
los de la otra parte, la que se moviliza y atemoriza y se impone,
para estar a bien con ellos, para no crear divisiones y
enfrentamientos sociales, para no quebrar la unidad de la comunidad,
y
que
en
los
pactos no haya
nunca acuerdos de neutralidad, de
fomento de la igualdad, por
ejemplo en el terreno de la lengua y la educación? ¿No está
justificado?
¿O
no es cierto que pactar con los nacionalistas es cesión, darles
una competencia más, siempre en la misma dirección, en beneficio de
la parte de la población connotada como propia del territorio y en
menoscabo del resto que, votando a uno u otro partido o absteniéndose
o pasando de la política, siempre ve cómo se menoscaban sus
derechos, se les obliga, se
les fuerza, se les intimida a que acepten la versión nacionalista de
la vida en común? ¿No está justificado para que el territorio
nacionalista sea una balsa de paz, un oasis, un lugar donde prospera
la cultura, la inteligencia, donde se hacen las cosas mejor?
¿No
están justificados los pasos de Sánchez en aras de
la paz, la tranquilidad y el
bien común?
P.S. Un ex ministro socialista de Zapatero ve lo mismo que yo.
P.S. Un ex ministro socialista de Zapatero ve lo mismo que yo.
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