La
versión de la Biblia a las lenguas populares del
siglo XVI las ennobleció, sacándolas del
habla
vulgar y proporcionándolas
un
molde canónico en
el que los escritores pudieran
inspirarse.
Sucedió con la traducción al alemán de Lutero (1522) y con la
llamada Biblia
del
rey Jacobo
(1611) para el inglés. En Italia, Dante y Petrarca habían cumplido
esa función en el XIV. Con el castellano podría haber ocurrido con
la versión de Casiodoro de la Reina, la llamada Biblia
del Oso
(1569), pero la Inquisición impidió que los
hablantes del español
accedieran a la lectura de la Biblia en su idioma vulgar. Los
filólogos aseguran que esa función la cumplió el Cantar de Cantares,
en la traducción pero sobre todo en los comentarios del libro
bíblico por Fray Luis de León.
La
versión que ofrece Fray
Luis está lastrada por su literalismo. Para
Fray Luis, “prima el carácter sagrado de la Escritura y practica
entonces una traducción palabra por palabra, ‘aún cuando la
sintaxis resulte dinamitada y las dificultades de comprensión
aumenten’, remitiendo para la explicación de su oscuro sentido al
comentario posterior” (Javier
Gomá, Dignidad).
Es en esos comentarios al Cantar
donde está la fuente de inspiración para los escritores posteriores
que busquen un estilo elevado en nuestra lengua.
Bésame
con besos de tu boca
que
tus amores son mejores
que
el vino
Recostadme
entre los viñedos,
tendedme
un lecho
entre
los manzanos:
estoy
enferma de amor
Ya
me he quitado la túnica,
¿volver
a vestirla?
Ya
me he lavado los pies,
¿volver
a calzarme?
Mi
amado apoya su mano
en
la hendedura
y
se me estremecen
las
entrañas.
Por
mis manos corren
jugos
exquisitos.
Venga
el mi amado a su huerto
y
como la fruta de sus manzanas delicadas (5,1)
Porque
le había hecho semejante a un delicioso huerto, ella ahora por estas
palabras, encubiertas y honestamente, ofrécesele
a sí misma
y
convídale
a que goce de sus amores. Como si dijera más claro: «Pues que
vos
me
hicisteis semejante a un jardín bello, ¡oh amado Esposo!, y
dijisteis que yo era vuestro huerto, así
lo confieso yo y digo que soy vuestra y que todo lo buen que hay en
mi es para vos.
¡Venid, Esposo mío!, coged, y comeréis de los buenos frutos, que
en este vuestro huerto tanto os han contentado!».
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