martes, 27 de agosto de 2019

Knausgård. Mi lucha. Volumen 6. Fin



He dado cuenta del último volumen de Min kamp, Mi lucha, el exagerado proyecto biográfico y literario del escritor noruego Karl Ove Knausgård, imponiéndome a la tentación de abandonar la lectura. Fin tiene 1023 páginas. De los seis volúmenes me he zampado cuatro, La muerte del padre, Un hombre enamorado, Tiene que llover y este Fin. No sé si leeré los dos que me quedan. Como en este último recapitula todo el proyecto, poco me queda por conocer.

En Fin todo parece indicar que Knausgård ha acabado con todo, con su vida familiar, Linda, su segunda mujer, y él se han divorciado posteriormente, con la literatura, entendida como arte, acaba melodramáticamente: “ya no soy escritor”, es su última frase, y hasta diría con la propia vida, como si hubiese desvelado las claves de sus respectivos misterios y nada quedase al albur. Es la ambición de todo creador que se cree un genio, destruir el mundo conocido para recrearlo. Cómo lo va a recrear. No sé qué será de su vida familiar, aunque se haya divorciado de dos mujeres, sigue teniendo a sus hijos, de los que deja escrito que daría la vida por ellos, y, además, sigue publicando, lo que quiere decir que, al fin, lo suyo no era más que ambición literaria. Nadie es el último hombre sobre la tierra, tampoco el primero. Muchos antes que él, muchos después de él querrán hacerse con el mundo.

Fin tiene tres partes. En la primera vuelve a la escritura morosa de lo cotidiano, la vida familiar con los niños y con Linda, hacer la comida, vestirlos, llevarlos a la guardería, al parque, el pesado trabajo de la crianza, los cuentos antes de dormir, las compras, las conversaciones que uno tiene al teléfono o en una sala o en un bar, los amigos, la madre y la suegra, mientras busca tiempo para escribir. Junto a ello el impacto de la publicación de sus dos primeros volúmenes en Noruega. Su tío Gunnar no acepta la narración de los hechos, la muerte del padre en casa de su madre. Le anuncia que lo va a demandar. El uso de ello que hacen los periódicos. El escritor dice sentirse mal por ello pero no renuncia a su proyecto. La segunda parte, titulada El nombre y el número, es un extenso ensayo donde reflexiona sobre el valor de lo que escribe y lo relaciona con la historia europea reciente. Lo comento aparte. En el tercero vuelve a la narración. En ella la depresión de Linda, su hospitalización, va convirtiéndose en protagonista para acabar exhausto y con la idea de que ya lo ha contado todo y por tanto no tiene sentido seguir escribiendo. Y por entremedio muchas reflexiones sobre el arte de escribir, la poética de la literatura, siguiendo los pasos de Holderlin, de Kafka, de Shakespeare, de Cervantes, de Hamsun y la literatura noruega, sobre la realidad de la vida y cómo contarla, sobre el yo y el nosotros, sobre el sentido, sobre todo aquello que cualquier hombre se pregunta.


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