jueves, 23 de mayo de 2019

Mildred Pierce




         Esta es una de esas novelas que te hacen guiños desde el estante para que la tomes y la manosees unas cuantas horas con la promesa de lágrimas, ira y pasión. De James M. Cain, el autor, se han adaptado varias de sus novelas al cine, entre otras, El cartero siempre llama dos veces, Perdición o Serenade. Ante un melodrama de los antiguos: egoísmo, adulterio y lujuria, triunfo y caída, castigo, pena y redención, alguien como Todd Haynes no podía dejar de echarle el diente. En su haber, las espléndidas Lejos del cielo y Carol. En Mildred Pierce pasan muchas cosas, así que como un drama convencional de 90 minutos no le bastaba, convirtió la historia en una miniserie de 300 minutos y aún así creo que le ha faltado tiempo para desarrollar las personalidades excesivas de Mildred (Kate Winslet) y su hija Veda (Evan Rachel Wood), pero también la de alguno de los secundarios como el que interpreta Guy Pearce, Monty Beragon. Los cambios de un estado emocional a otro suceden bruscamente sin que se expliquen las transiciones. El melodrama aquí sucede entre una madre voraz, de hombres, de trabajo, de triunfo empresarial, y una antagonista que es la propia hija consentida con una personalidad inmanejable. Es pues una historia de mujeres donde los hombres sucesivos en la vida de Mildred son meros comparsas, algo común en los dramas que aborda Todd Haynes.

          Las interpretaciones están cuidadas, incluído el exagerado expresionismo de Kate Winslet, tan propio de este género, también la escenografía que nos lleva a los años de la gran depresión, los nueve años que van de 1931 a 1940, (la miniserie es de 2011). Lo mejor, como es propio de este director, la ambientación musical y la creación de atmósferas. Es un consumado narrador musical, con sus notables Velvet Goldmine (sobre el glam rock de David Bowie y de Iggy Pop) y I'm Not There (sobre la vida de Bob Dylan), a medio camino entre la ficción y el biopic. También de documentales musicales como Stephen Sondheim en seis canciones, en tono menor. Lo mejor de la serie pues los números o las secuencias ordenadas por la música, como sucedía en Carol, justificadas por la carrera musical de Veda Pearce que queriendo ser una concertista de piano acaba siendo una exitosa soprano de coloratura.

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