domingo, 14 de abril de 2019

El viajero de género. (De Azurmendi a Preciado)

No habrá ningún debate [sobre la eutanasia], sólo habrá una votación, ese falso debate me parece un desfalco ideológico en el que han caído todos los políticos y el periodismo en su conjunto. Lo que ha hecho Sánchez es aprovechar la conmoción de un caso para convertirlo en una idea y disfrazar los motivos. La televisión, la propaganda, exhibe una parte y oculta otra. Y luego proyecta los temores ante la muerte y ante la soledad. Cuando aparecieron en Telecinco las imágenes del marido ayudando a morir a su mujer, habría al menos diez casos similares con seres queridos amándose, besándose, abrazándose. Y otros diez, como mínimo, con cuidados paliativos, dando las gracias por lo bien que sus seres queridos les han cuidado. Pero sólo se dio ese caso, que claro que nos conmociona, aunque no es la verdad completa, y si no se da la realidad entera, estás mintiendo. Después de aquellas imágenes, salió Sánchez diciendo que los que permiten eso son los reaccionarios y que él es el progresista. Como le dije a un amigo de Comunión y Liberación, cómo no vamos a ser reaccionarios si somos cristianos”. (Mikel Azurmendi).

         Lo que hoy es pensamiento al margen, en los límites del sistema, incluso contrario a él, ayer fue central o quizá lo sea pasado mañana. En un caso, nos reclama atención sobre lo que hemos apartado o barrido y que era esencial, al sustituir la vieja manera de pensar por la actual manera de situarnos en el mundo. Era necesario que muchas ideas del pasado se consumiesen en el fuego del presente, era necesario que cayesen en el olvido, pero en la condena al fuego y a la nada había algunas que eran veraces, que describían mejor lo que nos sucede y que hemos tirado a la basura. El pensamiento al margen también nos descubre lo que somos, o somos en parte, que no vemos o nos impide ver el modo de pensar asumido por todos. Formas de pensar viejas o en exceso modernas que nos chocan o zarandean o sobresaltan, tanto más cuanto más fieles y leales seamos a la corriente principal, a la que ajustamos nuestro pensamiento y vida. Aceptar, exponer, defender, alguna de esas ideas al margen nos hace sospechosos de cordura, atrae sobre nosotros vilipendio, pero sobre todo pone a prueba nuestro carácter, aquello que de auténtico, singular o autónomo haya en nosotros, cuando alguien nos hace caer en ello aunque a la mayoría no.

            No quiere esto decir que un Edmund Burke, un Joseph De Maistre, un Jaime Balmes, un Mikel Azurmendi o un Paul B. Preciado estuviesen, estén, en lo cierto, que todo lo que pensaban era correcto e iba o va en la dirección del progreso moral del hombre, sino que alguna de las cosas que decían, o dicen, intuitivos, brillantes en parte, en parte errados, no era, no es, desdeñable y que quizá habría que volver a ellas al suponer que tenían razón hasta situarlas en el centro del debate. El autor, el artista, el activista, el pensador en medio de su torturada, limitada y equivocada visión del mundo tiene una intuición, una idea que capta algo que se nos escapa pero que describe mejor la realidad que el modo de ver asentado, admitido por la mayoría. La forma de pensar al margen, y por ello reaccionaria o revolucionaria, no toma su fuerza de que sea pensamiento a la contra, descentrado, sino de que lo que dice es razonado, coherente, fundado en una realidad verificable.
Un proceso de reasignación de género en una sociedad dominada por el axioma científico-mercantil del binarismo sexual, donde los espacios sociales, laborales, afectivos, económicos o gestacionales están segmentados en términos de masculinidad o feminidad, de heterosexualidad o de homosexualidad, es cruzar la que es quizás, junto con la raza, la más violenta de las fronteras políticas inventadas por la humanidad. (…). El feminismo es más necesario que nunca, pero debe ir más allá de renaturalizar las posiciones normativas hombre-mujer y pedir la abolición de la asignación masculino-femenino de nacimiento y su inscripción en el DNI. A partir de ahí, será un dominó que llevará a una cadena de transformaciones institucionales y a cambiar lo que entendemos como democracia (…) La radicalidad del cuerpo vivo es la única batalla. Hay que inventar técnicas disidentes ante la necropolítica que lleva a la extinción”.

Es una lástima que en el texto donde Preciado resume sus ideas al margen lo haga con la palabrería neoacadémica, con lo que pierde la mayor parte de su potencia y hace que el lector sin tiempo lo desdeñe, vacunado como está ante la insufrible jerigonza, porque incapaz de defender su intuición o su realidad en acto a pecho descubierto se ampara en la carcasa de ideas muertas, aunque de momento eficaces políticamente, acogido a una ideología mediática (simplificar es mentir) pierde fuelle y deja de ser atractivo y se le abandona en el desván de los trastos viejos o inservibles. Liberado del argot patibulario, Preciado se expresa mucho mejor en la entrevista en las páginas centrales de El Mundo de hoy cuyo enlace no esta disponible.


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