viernes, 12 de abril de 2019

Beethoven & Miles Davis



           Imagino a Beethoven siguiendo la música en Youtube, de qué otro modo podría hacerlo, estaba enfermo y sordo pero no ciego. No hay partitura, solo imágenes y sonido, aunque éste Beethoven lo oye sin escucharlo en el interior de su cabeza, convirtiendo los estímulos visuales en señales acústicas que rebotan en la caja de su cerebro. Es el concierto de Miles Davis y su banda (Gary Bartz, Keith Jarret, Chick Corea, Dave Holland, Jack DeJohnette, Airto Moreira), los 35 minutos que ofrecieron galantemente a la chiquillería, en la isla de Wigh, aquel pico que escalaron las artes el 29 de agosto de 1970, antes del gran slalon hacia el valle que dura décadas. Seguro que la muchachada no entendió ni papa, ni falta que hacía, pero Miles Davis era un nombre. Le aplaudieron a rabiar. Al final, se ve a Miles Davis, cuando se va entre bambalinas, levantando los dedos y el entrecejo con displicencia, el mismo gesto que Beethoven destinó al mundo. Es mi opus 131, se dice Beethoven, este chaval ha plagiado mi cuarteto.

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