viernes, 5 de abril de 2019

Antropoceno



Al empujar a otras especies a la extinción, la humanidad se afana en cortar la rama que la sostiene” (Paul Ehrlich).

         Después de varios intentos por darle nombre a la cosa, fue Paul Crutzen, un químico especialista en la capa de ozono, quien dio con la etiqueta, Antropoceno. Pero, ¿qué abarca su significado, está justificada para definir un entero periodo geológico y, más que eso, para explicar un evento comparable a los que solo en cinco ocasiones anteriores, en los últimos 500 millones de años, ocurrieron hasta casi extinguir en cada uno la vida sobre la tierra?

           Si atendemos a la reciente extinción de la megafauna, un proceso aún en desarrollo, podemos asegurar que el homo sapiens ha tenido mucho que ver. Los últimos moas, unas aves no voladoras, endémicas de Nueva Zelanda, Dinornis robustus y Dinornis novaezelandiae, con una altura de unos 3,6 m, cuello largo y aproximadamente 230 kg, desaparecieron en la época de Leonardo da Vinci. Las aves elefante y los lémures gigantes no llegaron más acá de los días de Ricardo Corazón de León. Para encontrar un mastodonte, un perezoso gigante o un mamut americanos hay que remontarse 20.000 años y un Diprotodon optatum australiano, el mayor marsupial de todos los tiempos, 40.000 años. Cada uno de esos episodios está asociado a las migraciones del homo sapiens: los humanos llegaron primero a Australia, hace 50.000 años, mucho más tarde al continente americano, y unos pocos miles de años atrás a Madagascar y Nueva Zelanda. No se quiere decir que los humanos exterminaran con placer y violencia la megafauna, sino que el modo de vida, la tecnología del homo sapiens, hizo que la convivencia con especies que llevaban millones de años sobre la tierra fuera imposible. Otra historia es la del alca gigante, un metro de alto y cinco kilos, un ave confiada incapaz de volar pero buena buceadora, apaleada a placer por los marinos árticos que arramblaban con su carne y huevos. La última pareja murió en 1844 a manos de unos pescadores islandeses que recibían la paga de un coleccionista danés a cambo de su piel para disecarla. Los grandes mamíferos vivían en el límite de su reproducción. Ser grande y reproducirse lentamente fue un éxito durante millones de años. El hombre cambió las reglas en el juego de la supervivencia. Las consecuencias son devastadoras, la desaparición de la megafauna australiana ha cambiado el paisaje, la flora y la fauna, del bosque húmedo al seco. No solo la gran fauna se extinguió, también otras especies de hombres, neanderthal, denisovano, floresiensis se extinguieron en competencia con los humanos actuales, como ahora están en peligro nuestros primos, los chimpancés y los orangutanes.

          Pero hay algo más en la definición de antropoceno. El hombre ha resultado ser la especie invasora que más ha trastocado los ecosistemas preexistentes. Ha trasportado consigo otras especies tan abrasivas como ella, unas veces de forma voluntaria, la culebra arbórea en Guam, los conejos en Australia, los estorninos en la costa este de EE UU, otras involuntariamente, pero igualmente letales, las ratas en la isla de Pascua, el hongo quitridio que acaba con los anfibios americanos, o el de nariz blanca, con los murciélagos y ha unificado la geografía con las migraciones y el comercio global, ha creado islas con el trazado de autopistas, talas masivas o plantaciones de soja, ha acidificado el océano poniendo en grave peligro la existencia de los corales con la combustión de los combustibles fósiles y en ocasiones por el mero lucro, con la caza furtiva, pone en peligro la vida de los paquidermos.

           Lo que tiene de particular este evento es la rapidez con la que se produce. Por ejemplo, en Hawái llega una especie invasora cada mes, antes de la llegada de los humanos, lo hacía una vez cada 10.000 años. La consecuencia, miles de especies endémicas extinguidas. No hubo un tiempo, concluía Elizabeth Kolbert en su La sexta extinción, en que el hombre viviera en armonía con la naturaleza. Ahora sembramos el terror entre los seres vivos.


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