Seguramente
Navidad y Año nuevo sean fechas señaladas para que dejemos escapar
al idiota que llevamos dentro. Las barreras caen y dejamos que se
manifieste. El resto del año creemos estar más vigilados y nos
contenemos. La colección de felicitaciones de estos días es para un
museo al que ir para vernos reflejados, quizá así disminuiría nuestra tontería. El resto del año nos dedicamos a asuntos más
serios que desear ficticia felicidad, aunque hay gente que en cuanto
ve un foro abierto deja que su idiota diga la mayor de las
barbaridades. Algunos, incluso, con mando en plaza, las sueltan sin
restricción a su complejo de superioridad moral. Un par de ejemplos
de idiocia sin freno, los dos tuertos. En el primero, mediante un
retorcido razonamiento
en espiral hasta fijar la diana, la autora designa a sus enemigos
políticos, no importa que sean la mitad del país. En el segundo, a
esos mismos enemigos se
les atribuye la dispensa de inhumanidad, con lo que se les
emparenta directamente con la peor de las épocas que el mundo ha
conocido, aquella de los movimientos políticos extremos, que primero
deshumanizaban a las víctimas que quería matar y luego las
exterminaban. Pero este hombre es tan exquisito, su moral de un orden tan superior que de sus dedos no saldrá la palabra fascismo para arrinconar a la mitad de los ciudadanos de este país.
martes, 1 de enero de 2019
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