domingo, 23 de diciembre de 2018

Madre e hija, de Jenn Díaz




          Como cuando sacudes la cabeza para reabrir los párpados mientas ves una peli a las 12 de la noche o te pellizcas ante un conferenciante plomizo a las tres de la tarde para mantenerte en vigilia o cuando fijas la mirada impasible, un poco por encima de sus ojos, en un conocido reencontrado que habla, habla y habla sin que haya manera de detenerlo, así mi lectura de esta novela. Me he obligado a leerla por compromiso, como esas insufribles felicitaciones navideñas que inundan los grupos de whatsapp, pero mi imaginación se iba y se iba. No se trata de que me haya sentido expulsado de la novela por ser hombre, aunque la escritora afirme que, en sus ficciones, prefiere a los hombres muertos, pues todo animal con dos patas que corre con vida por esta novela son mujeres: una madre, dos hijas y una tía en una familia, una madre y una hija, en otra, y una bebé en una tercera, más otras dos niñas de una de las hijas de la primera familia. Una opción válida, por otro lado, siempre que se tenga algo que decir. De los tres hombres que aparecen, uno murió, el segundo muere y el tercero está muerto en vida, hay un cuarto, de atrezzo, un médico llorón. Hay un montón de novelistas mujeres hablando de mujeres que he leído y admiro. Entre las grandes de ahora mismo, cito solo dos: Alice Munro y Rachel Cusk. Tampoco me ha expulsado su extensión, no es una novela extensa. Al contrario, 190 páginas, letra no menuda, capítulos cortos con generosas separaciones en blanco. No es experimental, su léxico no es rebuscado ni la sintaxis trabajada. Fluye. La editorial es conocida, con autores famosos en su catálogo. ¿Entonces? Misterios de la edición. O quizá he perdido la sensibilidad, secada por tanta lectura.


No hay comentarios: