jueves, 8 de noviembre de 2018

Tres días y una vida, de Pierre Lemaitre





               Solo a partir de la página 143 y hasta la 204 de las 222 que tiene la novela comienza a ponerse interesante, lo demás, lo anterior, es cascajo, literatura fácil, de género, también el melodramático último capítulo. Es pues en esas breves 61 páginas donde se juega el destino de esta novela, cuando aparece el escritor que da cuerpo a su personaje, lo pone en situación y lo enfrenta a un conflicto moral. En las páginas que preceden, el protagonista solo tenía doce años, ha cometido un crimen y se atisban consecuencias. En las centrales, ya adulto, se nos muestra la debilidad de su carácter, no sólo en lo que se refiere al modo de afrontar el crimen infantil, sino a cómo resuelve los conflictos a los que tiene que hacer frente, el embarazo no deseado de una vecina del que es causa, su impasibilidad ante la posible acusación de otro vecino por el antiguo crimen que él cometió. El gran mérito de estas breves páginas es que generan una discusión moral a partir de un personaje amoral. El personaje es condenable pero las situaciones a las que se enfrenta son situaciones a las que un adulto normal puede enfrentarse alguna vez en la vida. También los dilemas al que se enfrentan otros personajes, como la madre del protagonista, organizar una vida en torno a la mentira o el ocultamiento. Pero es en las páginas finales, dueño el escritor de la trama que ha montado, del carácter de sus personajes, de su destino, pero también de la resolución de los dilemas morales que ha planteado en la segunda parte, incluso de una solución moralmente aceptable para su crimen, condenándose el personaje a una vida que detesta, cuando el escritor opta por cerrar la novela como lo haría un escritor de intrigas, es decir, un escritor de segundo orden, para quien el final en el punto más importante de una novela, más pendiente del lector, de cómo va a reaccionar, y del consiguiente éxito o fracaso como escritor popular, que de lo que debería ser su única preocupación, cómo construir a su personaje. Es lo que tiene abandonarse a la novela de género.




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