jueves, 4 de octubre de 2018

La marca del editor, de Roberto Calasso



No ver, no sentir tantas cosas, no dejar que se acerquen -primera agudeza, primera prueba de que no somos una causalidad, sino una necesidad”. (Nietzsche).

         Roberto Calasso es un editor -también es un gran escritor-, tal como se entendió esa labor en el siglo XX, que él remonta a los tiempos de Aldo Manuzio, cuando en la Venecia de comienzos del siglo XVI comenzó a editar libros bellos y únicos. Nada que ver con los gestores o gerentes o ejecutivos de grandes editoriales de la actualidad para quienes el libro es un objeto que tiene que producir beneficios. Giulio Einuadi, Roger Straus, Peter Suhrkamp, Roger Garaudy, él mismo, concibieron sus editoriales a la altura de su gusto, lo que publicaban era lo que les gustaba y con ello creaban un sello, una marca, que el lector seguía. Durante la década o décadas que cada uno de ellos dominó ayudaron a dar forma a la cultura de su país. Gusto en el sentido nietzscheano de ‘instinto de autodefensa’, rechazar lo innecesario, buscar lo necesario, y cultura en el sentido de Simone Weil, ‘educar la atención’, en el polo opuesto del volátil ‘interés’ de nuestro tiempo. En todo caso, “verdadero editor es, ante todo, el que tiene la insolencia de pretender que, como principio general, ninguno de sus libros se le caiga de las manos al lector, ya sea por tedio o por un invencible sentimiento de extrañeza”.

         Sorprende, apena, el escaso o nulo interés de Calasso por lo producido por la cultura en español. Los libros y autores que le interesan son, en primer lugar centroeuropeos, unos pocos ingleses y el mundo editorial francés. Apenas hay, en el libro, un par de referencias positivas a Borges, una negativa, de parte de un ‘informador’ de libros para la editorial, sobre García Lorca, y una referencia de pasada, y al final, a tres editores barceloneses, Carlos Barral, Jorge Herralde y Beatriz de Moura. ¿No había autores españoles, en el siglo XX, que estuviesen a la altura de los que Calasso menciona, obras únicas, poetas al menos capaces de saltar las fronteras del idioma para acceder a las editoriales de marca como Adelphi, o quizá lo que ha faltado es algún editor español que habiendo puesto su atención en obras de autores españoles crease una colección que los agrupase, una marca, que llamase la atención de sus colegas de otros idiomas? Hay clásicos españoles en su catálogo, la autobiografía de Ignacio de Loyola, el primero, después Calderón, Delicado, Galdós y Lope de Vega, con un ejemplar cada uno, también hay sudamericanos, Borges completo, pero españoles contemporáneos solo un Juan Benet, En la penumbra.

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