“No ver, no sentir tantas cosas, no dejar que se acerquen -primera agudeza, primera prueba de que no somos una causalidad, sino una necesidad”. (Nietzsche).
Roberto
Calasso es un editor -también es un gran escritor-, tal como se
entendió esa labor en el siglo XX, que él remonta a los tiempos de
Aldo Manuzio, cuando en la Venecia de comienzos del siglo XVI comenzó
a editar libros bellos y únicos. Nada que ver con los gestores o
gerentes o ejecutivos de grandes editoriales de la actualidad para
quienes el libro es un objeto que tiene que producir beneficios.
Giulio Einuadi, Roger Straus, Peter Suhrkamp, Roger Garaudy, él
mismo, concibieron sus editoriales a la altura de su gusto, lo que
publicaban era lo que les gustaba y con ello creaban un sello, una
marca, que el lector seguía. Durante la década o décadas que cada
uno de ellos dominó ayudaron a dar forma a la cultura de su país.
Gusto en el sentido nietzscheano de ‘instinto de autodefensa’,
rechazar lo innecesario, buscar lo necesario, y cultura en el sentido
de Simone Weil, ‘educar la atención’, en el polo opuesto del
volátil ‘interés’ de nuestro tiempo. En todo caso, “verdadero
editor es, ante todo, el que tiene la insolencia de pretender que,
como principio general, ninguno de sus libros se le caiga de las
manos al lector, ya sea por tedio o por un invencible sentimiento de
extrañeza”.
Sorprende,
apena, el escaso o nulo interés de Calasso por lo producido por la
cultura en español. Los libros y autores que le interesan son, en
primer lugar centroeuropeos, unos pocos ingleses y el mundo editorial
francés. Apenas hay, en el libro, un par de referencias positivas a
Borges, una negativa, de parte de un ‘informador’ de libros para
la editorial, sobre García Lorca, y una referencia de pasada, y al
final, a tres editores barceloneses, Carlos Barral, Jorge Herralde y
Beatriz de Moura. ¿No había autores españoles, en el siglo XX, que
estuviesen a la altura de los que Calasso menciona, obras únicas,
poetas al menos capaces de saltar las fronteras del idioma para
acceder a las editoriales de marca como Adelphi, o quizá lo que ha
faltado es algún editor español que habiendo puesto su atención en
obras de autores españoles crease una colección que los agrupase,
una marca, que llamase la atención de sus colegas de otros idiomas?
Hay clásicos españoles en su catálogo, la autobiografía de
Ignacio de Loyola, el primero, después Calderón, Delicado, Galdós
y Lope de Vega, con un ejemplar cada uno, también hay sudamericanos,
Borges completo, pero españoles contemporáneos solo un Juan Benet,
En la penumbra.
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