Flores
del lirio
pondré
en mis pies, cordones
de
mis sandalias
(Basho)
Cuando
el teatro Kabuki nació, hacia el 1600, era cosa de mujeres: ellas
interpretaban todos los papeles. De carácter alegre, fue derivando
hacia la prostitución, por lo que fue prohibido por el sogunado, que
expulsó a las mujeres del escenario y fueron sustituidas por hombres
jóvenes. La dramatización sustituyó al tono jocoso, aunque no por
ello desapareciera la relación de los actores con la prostitución,
en este caso masculina. En 1653 el shogun solo permitió que actuasen
hombres adultos. Así se sigue haciendo en los grandes teatros como
el Kabuki de Ginza, en Tokio.
Hoy,
se pueden comprar actos sueltos. Es lo que he hecho. He visto el
tercer acto de una obra. Hora y media. Ha sido suficiente para
comprender por qué sigue teniendo tanto éxito. La trama es
sencilla, pero no el resto. Los actores se maquillan con esmero y se
mueven como si cantaran y danzaran, que es lo que significa Kabuki,
canto y danza con destreza. El decorado es primoroso, lleva a las
estampas del ukiyo-e. La música, el vestuario, todo recuerda al
Japón tradicional. Que no entendiese el japonés, no ha sido
obstáculo para disfrutar.
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