miércoles, 10 de octubre de 2018

El jardín de Onuma



La noche entera
oí el viento de otoño
en pleno monte
(Basho)

         Capturar el rastro semiperdido del Japón tradicional. De momento, escurridizo. La pregunta, ¿existe para los propios japoneses? Hay en Hokkaido un parque, el de Onuma, que responde a nuestra imagen del jardín japonés. Intrincados estanques, poblados de nenúfares y algunas aves, que se unen por estrechos pasadizos hasta conformar un lago. Sobre sus orillas caen las ramas de hayas, castaños, arces y fresnos. Sus hojas secas y quebradizas alfombran en esta época del año los senderos por los que camina taciturno el paseante. Falta quizá una semana para que el otoño se manifieste en todo su esplendor, pero la atmósfera otoñal del jardín japonés que aprendimos en Monet ya está ahí. Pero, ay, la madera de los curvos puentecillos que apreciamos con bobo éxtasis en Giberny han sido sustituidos aquí por una torpe simulación de hierro y cemento, cuando no, directamente, por encofrado de hormigón que, a menudo, no guarda ninguna curvatura. Los impresionistas se imbuyeron de un japonismo que aún guardaba memoria del Japón clásico, los jardineros de ahora imitan burdamente a los imitadores.

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