jueves, 6 de septiembre de 2018

Virtual



No estamos lejos del momento en que una realidad virtual será imposible de distinguir de la cosa real” (David Chalmers).


         Hay un lamento general, estos días, por la caída del turismo, nuestra primera industria nacional. Pero qué es el turismo. Quién lo quiere para sí. Lo que vemos, lo que hacemos fuera de casa es una continuación de lo que hacemos en ella. Ya nadie viaja, vamos a Venecia o a Katmandú a reencontrarnos con lo que hemos dejado atrás, a un mundo que aparentando diferencia es igual que el nuestro. Doha y Valladolid son la misma ciudad, las dos se reconocen en el mundo virtual que hemos creado para vivir una vida más verdadera. “El turismo ya no es un sector floreciente del mundo sino que el mundo entero se ha vuelto un sector sometido al turismo” (Roberto Calasso).

          El turismo es uno de los fenómenos, si no el principal, de la elevación de la realidad a realidad virtual, como los políticos virtuales (AC o la banalidad del bien, PI o la cursimojigatería) están sustituyendo a los defectuosos políticos de la realidad, los espectáculos deportivos a los deportes o la vida plastificada a la vida salpicada de sangre y barro, el mcmenú a las lentejas con piedrecitas, la nike a las camisas con lamparones, las niñas y los niños ya no están en la calle jugando a las tabas o al pillapilla sino transportados por gafacascos a otros mundos. Pero incluso la realidad virtual que se ofrecía como contrapunto a la realidad a secas comienza a desleírse (véase la segunda temporada de Westworld) en una realidad disuelta. El momento Chalmers ha llegado. He aquí unos cuantos ejemplos: Ronaldo, La Manada, Snchz, La República Catalana, ¿en que momento están estos entes, subiendo de la sucia realidad al limbo o bajando de una virtualidad desmañada a un lugar indeterminado?


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