domingo, 16 de septiembre de 2018

Liderazgo



Hay “médicos que dicen poder tratar la esterilidad y daños cerebrales con acupuntura, el autismo atiborrando al paciente con vitaminas, las alergias con un invento llamado terapia cuántica, los tumores con plantas comunes, la esclerosis múltiple y el alzhéimer manipulando las orejas, o el lupus y la hepatitis C aplicando imanes”.

El emperador Constantino masacró a poblaciones, entregó a sus enemigos a las fieras del circo, hizo que su suegro se suicidase, degolló a su hijo Crispo, mató a su cuñado, hizo hervir viva a su esposa Fausta cuando se bañaba y sin embargo tuvo un indudable carisma entre los cristianos, porque convirtió a su religión en la compañera del imperio, los cristianos pasaron de ser perseguidos (mártires) a ser perseguidores de las demás creencias.

Napoléon ordenó abatir a cañonazos a las masas populares que asaltaban las Tuillerías, en 1795, en Egipto abandonó a su suerte a un ejército entero, pero sigue siendo admirado como un gran líder por sus compatriotas y los historiadores le ensalzan.

Pujol ha sido el Moisés del nacionalismo catalán y Mas quería ser su Aarón. Pujol, un alto representante del Estado, defraudó a la hacienda pública durante sus 23 años de magisterio y creó un sistema de mordidas para enriquecer ilegalmente a su familia. El nacionalismo no se lo ha reprochado públicamente.

Nuestro actual presidente se aupó al gobierno con los votos de los golpistas huidos de la justicia. Sus seguidores, que ansían que el centro izquierda gobierne, no ven más allá de una faltilla intrascendente en la fabricación, al margen de criterios científicos, de la tesis que le daba acceso a la enseñanza pública.

Churchill, Mussolini, Felipe González, Salvini, Macron. Una familia necesita padres, los niños sufren cuando se ausentan o les defraudan. Un sacerdote, un profesor, un médico, a quienes entregamos la confianza, son garantes de la estabilidad que necesitamos, esperamos de ellos que nos atiendan o nos orienten, que nos guíen, porque sin ellos la sociedad tiende a la desorganización. Los necesitamos tanto que a menudo preferimos taparnos los ojos y los oídos con tal de no ver las miserias que les acompañan, de tal modo que nuestra fe en la organización social no quiebre. En general, la gente de izquierda cifra el mal mayor en la corrupción económica, sin embargo son tolerantes con la corrupción moral de los suyos y, a la inversa, la gente de derechas es intolerante con el fraude intelectual y moral y en cambio no da excesiva importancia a los fraudes económicos. ¿Es necesario el carisma, podemos construir y mantener el espacio público sin liderazgo?


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