miércoles, 12 de septiembre de 2018

Advirtamos al oído de los más inteligentes



         Trae Calasso una notación de Vasili Grossman en su diario, en abril de 1945. Los soldados del Ejército Rojo venían de pasar años muy duros y de un país en el que pocas cosas funcionaban y esas pocas daban miedo, mientras avanzaban por Alemania miraban a su alrededor.
Fue en Alemania, particularmente aquí en Berlín, donde nuestros soldados comenzaron realmente a preguntarse por qué los alemanes nos atacaron tan repentinamente. ¿Por qué necesitaban los alemanes esta guerra tan terrible e injusta? Millones de nuestros hombres han visto ahora las ricas granjas de Prusia Oriental, su agricultura tan organizada, los cobertizos de hormigón para el ganado, salas espaciosas, alfombras, guardarropas llenos de trajes… Millones de nuestros soldados han visto las carreteras bien construidas que van de un pueblo a otro y las autopistas alemanas… Nuestros soldados han visto las residencias de dos pisos con electricidad, gas, baños y hermosos jardines. Nuestra gente ha visto las villas de la rica burguesía de Berlín, el lujo increíble de los castillos, propiedades y mansiones. Y miles de soldados repiten esa misma pregunta cuando miran a su alrededor en Alemania ¿Por qué vinieron contra nosotros? ¿Qué diablos querían?”.

        Por qué, de pronto, una sociedad acomodada pierde el juicio y se entrega al delirio. Cuenta Calasso que un día Baudelaire tuvo un sueño espantoso en el que una inmensa torre colapsaba, ante lo que experimentaba un sentimiento de impotencia porque no conseguía transmitir la noticia a la gente, a las naciones. ¿Cómo advertir a la gente, a las naciones de la ruina que se avecinaba?

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