jueves, 19 de julio de 2018

Recuerdos durmientes, de Patrick Modiano




            Uno de los protagonistas contantes y sonantes de El banquete de las barricadas es Patrick Modiano. Pero no creo que el reciente Premio Nóbel esté muy agradecido, al contrario que Bernard Pivot, por salir sin fundamento en esa novela barata.

            Modiano se parece a Marías, siempre trasteando con la memoria. Marías divide la suya entre Oxford y Madrid, la geografía de Modiano es París, un París quizá imaginario pero lleno de referencias a plazas y avenidas, a hoteles y paradas de metro, a teatros y barrios. Aquí, su narrador, se mueve en los comienzos de los sesenta, cuando las olas expansivas de la guerra no se han desvanecido del todo, cuando su personaje y el propio Modiano tenían veinte años. Protesta que su memoria no sea fiel, pero recuerda el nombre exacto de las seis mujeres a quienes quiere referirse, aunque en un caso se lo calla para añadir misterio o para no desvelarlo del todo. El misterio es la clave que une los seis breves episodios, un misterio que se inicia en una librería de ciencias ocultas donde adquiere La eternidad a través de los astros y El eterno retorno de lo mismo para regalárselos a una de esas mujeres. Dice recordar ahora, cincuenta años después, para hacer añicos el pasado, para pasar página, porque “A medida que pasan los años, sin duda terminamos librándonos de todos los pesos de los que vamos tirando y de todos los remordimientos”, pero el narrador lo desmiente porque la novela consiste en los encuentros y reencuentros con esas mujeres a través de los años, también de las huidas, porque el personaje se muestra como un maestro de la escapada cuando siente un asomo de peligro. El narrador vagabundea por las calles de la ciudad y se las encuentra, a veces en los mismos lugares, aunque no son tanto ellas lo que persigue como el misterio que las rodea. “Si me hubieran preguntado: ‘Y todo eso, ¿para qué?’, creo que habría contestado sencillamente: ‘Para intentar resolver los misterios de París’ ”. Modiano recupera para olvidarlo inmediatamente un viejo mundo, el mundo anterior al que comenzaba en el 68, calles que han cambiado de nombre, casas desaparecidas, incluso líneas telefónicas dadas de baja por las que se comunicaba una misteriosa red de personas, un mundo por el que se movía un doble suyo, o un sosias. “Miles y miles de sosias nuestros toman los caminos que nosotros no tomamos en las encrucijadas de nuestra vida, y nosotros, nosotros creíamos que solo había uno”. Pero mientras Marías bucea en las profundidades de la memoria para hallar claves ocultas de la personalidad, Modiano resbala por la superficie, anotando las manchas de sol y la sombra de las olas ligeras, atento a las salpicaduras. Su escritura es tersa y limpia y se mueve con un ritmo pausado, sin agitación. A destacar la buena traducción.



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