viernes, 29 de junio de 2018

Reaccionarios




               Se tiende a creer que la izquierda es quien mejor representa los valores de la ilustración, la libertad y la igualdad en lo más alto. Sobre la libertad ha habido sobrados motivos, en el siglo XX y en el XXI, cuando los partidos de izquierda han asumido el poder, para desconfiar y temer. Pero resulta decepcionante que tampoco la igualdad sea la guía de su acción política. Y si esto es así, ¿qué motivo habría para confiarles el poder cuando de nuevo esté en nuestras manos votar? El gobierno Sánchez, acogido tan positivamente por la mayoría, con ministros que uno admiraba, pronto ha mostrado que los valores de la ilustración no están en su agenda. Su estrategia de mantenerse en el poder por encima de su promesa de convocar elecciones en breve plazo es la primera decepción, y la segunda, el pacto con el nacionalismo étnico y de privilegios en que se asienta el poder del PNV y el blanqueo de los indepes golpistas y racistas de Cataluña con la ingenua intención de apaciguarlos (“Da apuro recordar que la política es una de las formas más impunes y peligrosas de ejercer el mal”). Ambos nacionalismos fundan su hegemonía, mantenida desde la transición, en la desigualdad de los beneficios que una parte de la sociedad obtiene a costa de la otra parte, mayoritaria además, que por uno u otro motivo ve desatendidos sus derechos lingüísticos o de acceso a los cargos de representación y gestión en la administración y de todo tipo de subvenciones y sinecuras. Es repugnante que Sánchez achaque al gobierno anterior el deterioro cívico en Cataluña para avenirse con los indepes que le apoyan. Otro tanto cabe decir de la información que nos espera en los medios públicos frente a los compromisos de profesionalización. Detrás de la operación de marketing que supusieron los nombres de gobierno nada más había, un plan, un proyecto de igualdad y reforma que alentase las esperanzas levantadas. Me temo que la ventana que se habría con esta crisis para una reforma en profundidad de las instituciones y de la vida pública quedará una vez más como deseo podrido. Y lo peor no es que para alzarse al poder Sánchez se haya aliado con la reacción sino qué él mismo y su partido disimulen y vistan con ornamentos mediáticos, palabrería e imágenes vistosas y vacías, la antilustración en la que van cayendo.


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