viernes, 1 de junio de 2018

Impostor




            Se incorpora, acomoda los ojos a la semioscuridad, estira los brazos, mira el reloj. Se levanta, los calzones, la camisa. ¿Y tú quién eres?, le pregunta la mujer, desde la cama. Se mira en el espejo, se atusa el pelo. Ya baja hasta la planta baja, los pantalones en la escalera. Un hombre ceremonioso de traje negro, le ofrece la americana abierta, se ajusta la corbata, otro, chaqueta abotonada, gafas oscuras y pinganillo, sostiene la pesada hoja de la entrada, le acompaña a la gravilla, le abre la puerta del sedán negro. El coche circula por avenidas semidesiertas, dos coches más le preceden, otros dos le siguen. Se han abierto las nubes, aparece Dios. Ve las escaleras, los leones, cámaras y flashes, alza el mentón, levanta la mano. Las manos que lo felicitan, las palmadas en el hombro, oye los aplausos. ¿Lágrimas? El recuento, la votación. Suelta el nombre del país, los agradecimientos, promesas, consensos. En la tribuna toca el micrófono para ponerlo a su altura. Cuando llega al edificio principal, algo le dicen y le señalan, un guión encadenado de puntos que él memoriza. Le esperan un hombre grueso, con media barba y una cartera en la mano y una mujer con una luna beatífica en la cara. Caminan por la ancha acera, hombres y mujeres a cada lado. El coche les lleva a las oficinas, llamadas frenéticas, un hervidero, todo el mundo le sonríe, le mira, le toca, la mujer le pasa la mano por la mejilla, le da un beso en los labios, en la mesa una hoja con caracteres grandes, con frases separadas, tamborilean los dedos. Deja la americana en la percha, abre la puerta, la lluvia golpea con fuerza, el limpia apenas le deja vista para mirar las calles, los intermitentes, la luz mortecina. Salen, cierra la puerta. Sobre la mesa la taza del café, los cruasanes, el tarro de mermelada. Los calcetines de hilo, el pantalón con cinturón, la camisa blanca. El agua tibia de la ducha, el jabón perfumado. Ella se ha levantado como siempre la primera al sonar el despertador que vomita la agitación del día, del gran día que le espera. 



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