miércoles, 13 de junio de 2018

2. Almadén – Zafra



            La sorpresa del día será Zafra, pero antes hay que atravesar dehesas y algunos tramos duros hasta El Real de la Jara, con su castillo medieval y poco después el Castillo de las Torres, donde entramos en tierras extremeñas y del ibérico, encinas y alcornoques, algún gran rebaño ovino y cerdos rebozándose en lodazales. Pequeña parada en Fuente de Cantos para repostar, pero sin tiempo para visitar la casa museo de Zurbarán, tampoco el museo del jamón de Monesterio. Nos libramos de los barros en la comarca que lleva su nombre. Hemos tenido suerte porque durante el viaje no nos caerá una gota de agua, aunque aún quedaban charcos y alguna zona anegada de la temporada de lluvias. En Calzadilla de los Barros, una vecina nos indicó un restaurante para comer, pero sólo tenía bocadillos así que optamos, en mala hora, por un comedero de carretera, cuyo desproporcionado tamaño indicaba la decadencia del negocio, debido a que el tráfico ha sido desviado a la reciente autovía. La comida insípida y grasienta, el sol, bajo los toldos de la terraza, inclemente. 



            El viaje final hasta Zafra por pistas resecas, pedregrosas y encharcadas alternativamente, entre cereales y viñedos, algo pesado tras la comida, y difícil la llegada, pues el camino que transcurría junto a la vía del tren ha sido cortado. Nada presagiaba la aproximación a Zafra, tras pasar por el desolado Puebla de Sancho Pérez, las bellezas ocultas de esta ciudad de la provincia de Badajoz. EL albergue del convento de San Francisco está cerrado así que dimos unas cuantas vueltas antes de llegar al bonito albergue Van Gogh, subiendo las pesadas bicis hasta la primera planta donde atendía su simpático hospitalero, Antonio, que celebraba su cumple y nos invitó, al atardecer, a unas cervezas junto a un par de simpáticos finlandeses, amigos del camino y de Zafra, donde se contaron algunas glorias del Camino, a pesar de que según las normas el albergue ya debía estar cerrando. Zafra, como digo, constituyó una sorpresa. Ciudad monumental, gracias a los duques de Feria, beneficiarios de Enrique III, que construyeron el alcázar que hoy es el parador. El centro, lleno de calles y callejas blancas, con adornos florales, bien merece un paseo, en especial sus plazas Grande y Chica, los patios del parador, el ayuntamiento y algunos palacios. 83,05 km.

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