martes, 12 de junio de 2018

1. Sevilla - Almadén



              El camino comienza en la plaza del Triunfo de Sevilla, junto a la catedral y el Archivo de Indias, un día de calor, tras una noche en bus desde Burgos, sin pegar ojo, por las excesivas paradas, un par de más de treinta minutos, y la incomodidad del asiento. Viajar en autobús no se lleva o se lleva poco y la gente que coge este medio es por despiste o porque no tiene otro a su alcance. Hay una sociología de los viajeros de autobús que no voy a hacer ahora. He embalado y desembalado la bici en papel film, con le rueda delantera pegada al cuadro. En la estación, en la plaza de Armas, rearmo la bici, me cambio de ropa tras un pilar y me pongo en marcha. Los turistas y ociosos cruzan y descruzan la plaza del Triunfo entre las calesas y las bicis. Parece un día festivo, aunque no es más que un martes como cualquier otro. Allí está Ani, con su bici a punto. No tenemos tiempo más que para parar en una tasca de Triana a desayunar antes de iniciar la ruta. Otra vez de paso por Sevilla sin hincarle el diente.

Cerro del Calvario

             Hay mucha carretera en esta primera y larga etapa. Dejamos atrás Camas, Santiponce y las ruinas de Itálica famosa. Paramos a comer en Castilblanco de los Arroyos, en Casa Eloy, buena comida a mejor precio y empieza el festival de cerveza. La bici y la cerveza son campañeras inseparables, la segunda no demasiado buena para mi tracto intestinal. Después empieza la primera de un gran desfile de dehesas que nos acompañarán con tierras andaluzas, extremeñas y castellanas. Rodamos con placer por pistas terrosas llenas de cantos. Ani pincha y tarda en dar con la tecla. La dehesa del Berrocal que atravesamos con gusto, pero con muchas cancelas que abrir y cerrar, acaba en una imposible rampa llamada con razón Subida al Calvario. Tengo que arrastrar la bici con sus alforjas por rampas pedregosas del 20% y parar de vez en cuando para tomar aire. Será el recuerdo más penoso de todo el camino. Al otro lado, tras la bajada está Almadén de la Plata, un pueblo de casas blancas, la bonita torre del reloj color burdeos del alto campanario y un curioso monumento a los ciervos, un pueblo por el que pasaron todos los conquistadores de la península, desde íberos y tartessos a romanos y musulmanes. El albergue privado, sencillo y funcional. Unos cuantos santiagueros de a pie, siete u ocho, ya están instalados. Entre ellos, Ramón, un zamorano que también hace el camino en bici y que será nuestro compañero hasta Santiago. Ramón va más suelto porque en vez de llevar alforjas lleva una mochila a la espalda. 73,5 km.


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