domingo, 13 de mayo de 2018

Una habitación propia, de Virginia Woolf



Esta manifestación marca un antes y un después en el feminismo; estamos ante un cambio de paradigma. He visto mucha ilusión en las caras; muchas mujeres jóvenes, indignadas, con mucha fuerza”. Lola Carrión (veterana dirigente de la Coordinadora Feminista en los años de la transición).

Uno de los más patéticos -y peligrosos- signos de nuestros tiempos es el creciente número de individuos y grupos que creen que nadie puede estar en desacuerdo con ellos por una razón honesta”. Thomas Sowell. ¿Paradigma de género?

         La idea de la mujer como ente autónomo, como otro humano cualquiera, está incluida en las consideraciones de los filósofos ilustrados y en la proclamación de los derechos del hombre y del ciudadano, donde no se hacen distingos. Podría decirse que la idea de que ha de liberarse de un yugo de siglos, familiar, social, es más reciente, de la época de las sufragistas. Sólo ahora se está convirtiendo en un fenómeno de masas, arrastradas por una ideología con nombre propio, el feminismo. Y es cuando cualquier idea baja a las masas cuando empieza a ser peligrosa. 

        Virginia Woolf abordó el tema en Una habitación propia, publicada en 1928, ensayo novelado a partir de charlas a jóvenes mujeres sobre el asunto. Con humor, ironía y agudeza, la autora aborda cuestiones que entonces no eran evidentes pero que ahora están a la orden del día: ¿Qué sabemos de las mujeres antes del siglo XVIII? ¿Dónde están las mujeres escritoras, pintoras, compositoras, científicas de la historia? Si Shakespeare hubiera tenido una hermana tan dotada como él, ¿habría podido recurrir a un teatro, el londinense, donde sólo los hombres podían ser actores? Las mujeres, hasta bien entrado el XIX, no tenían bienes materiales, ya que sólo el marido podía disponer de ellos legalmente, ¿cómo era posible? ¿A qué oficios podía aspirar una mujer? ¿Y el sufragio? Un empresario, un político, un juez, un militar, un obispo hasta hace muy poco solo podía ser hombre. ¿Qué necesita una mujer para ser escritora, se preguntaba Virginia Woolf. Dinero y una habitación propia, respondía a las jóvenes oyentes de sus conferencias, lo mismo que dice ahora, en la voz de Clara Sanchis desde el escenario. Eso vale, sin duda, para cualquier mujer que quiere ser libre, también para cualquier hombre. La libertad de pensar en las cosas tal como son, es la mayor liberación de todas, escribió, un proyecto que vale para cualquier ser humano. La autora aborda el estado de la cuestión en 1928 y en Gran Bretaña. Si hubiese sido española, el lamento podría haber sido peor, también la burla. 

       Clara Sanchis, como actriz, y María Ruiz, en la versión y dirección, llevan el texto a la escena con claridad e inteligencia. La versión es dinámica, el texto suena como la obra literaria que es, reflexiva y brillante, dirigida a un público adulto. El monólogo se sigue sin desfallecer.


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