lunes, 14 de mayo de 2018

ETA, mátalos



Buscaban el daño máximo. Descomponer nuestra sociedad con dolor y miedo. Eran un grupo de fanáticos con una ideología supremacista que justificaba todo tipo de crímenes: asesinato, secuestro o extorsión”. (Ana Merino)

         Durante muchos años, décadas incluso, el juego trágico de ETA con las armas no mereció los honores de portada. Sus asesinatos eran relegados a breves notas en las páginas basura de los periódicos. Filósofos, escritores, periodistas, cineastas se mostraban comprensivos y arguían razones. No sé si la sociedad española estaba dormida o anestesiada. Todavía hoy, algunos aparecen en tertulias hablando de otras cosas sin contrición alguna por el mal que hicieron, hasta ha habido quien ha acudido a un lugar de Francia para participar en la liturgia del final de la cosa. La opinión de la sociedad no es la suma de lo que piensan los individuos, no es estadística, sino la de sus élites (Cómo va a ser opinión el grito de la masa estudiantil, aunque esta sí alcance el honor de las portadas: "Grita por las que no pueden", "Nosotras somos la manada", "Si no nos matan no nos creen", "A ese magistrado no lo han violado"). Y la élite española durante ese periodo fue infame. Sólo una minoría alzó su voz, notablemente Basta ya, la voz moral de una minoría que tardó en imponerse, pero que nos salvó a todos. Ahora, falsariamente, muchos dicen.

          Tardó en encimarse la idea de que ETA era el mal. Porque el mal existe, y no es la desgracia natural ni su origen es metafísico, ni siquiera el que proviene del error genético o las disfunciones de personalidad, el mal es el que viene de la voluntad de causarlo, busca legitimidad en ideologías ponzoñosas y se organiza en grupos criminales. ETA era todo eso. La sociedad vasca lo consintió, lo comprendió, lo apoyó. Aún hoy lo hace: véanse los resultados electorales y las manifestaciones infames (Alsasua). Eso sucedió durante las décadas horribles de nuestro pasado reciente. Eso sucede en sordina en Cataluña. De momento en el terreno de la opinión, en la presión mediática y educativa, en ciertos alborotos en la convivencia. La sociedad española ha mostrado una fragilidad moral impropia (por cierto una debilidad comparable a la de Europa entera, incapaz de hacer frente al peligroso americano), incapaz de cercar y desnudar el mal. Qué hace ahora antes de que la ominosa nube se interponga otra vez ante el sol. No puede volver a ocurrir. Y con la sola literatura no basta.
"El candidato a president, Quim Torra, admira a los líderes de Estat Català y asiste a sus homenajes: los hermanos Badia son “los mejores ejemplos del independentismo”, dijo en 2011. Daniel Cardona, uno de los “pioneros de la independencia”, ensalzó en 2014". (Xavier Vidal-Folch)

No hay comentarios: