lunes, 7 de mayo de 2018

Lucky



“Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el unico argumento de la obra”. (Gil de Biedma)

          Al comienzo de la peli una tortuga cruza la pantalla detrás de un arbusto hasta perderse en el desierto. Es el amigo más preciado de Howard, que aclara que no es una tortuga sino un galápago y que vive más de cien años, doscientos incluso. Después quien aparece en pantalla es Lucky (Harry Dean Stanton) y ya no la abandonará hasta el plano final, cuando la tortuga, el galápago, reaparece haciendo el recorrido inverso, mientras es Lucky quien se pierde, entre altos cactus, en el desierto. Lucky tiene 90 años (la misma edad que el actor), es un fumador empedernido, vive solo y cada día hace las mismas rutinas, ejercicios mañaneros mientras escucha mariachis, toma un café en su local favorito, donde el dueño, cada mañana, le hace la misma broma nihilista, mientras rellena un crucigrama, pasa por la tienda de su amiga mejicana donde compra leche y tabaco, y toma un Bloody Mary al anochecer, en el local de Elaine, donde charla con sus amigos viejos, en general de palabras verdaderas como realismo o amistad. Un día, después de levantarse se cae cuan largo es, el médico, tras examinarlo, no aprecia otra cosa más que se está haciendo viejo. Lucky, más viejo que todos sus amigos, asume que es viejo y confiesa que tiene miedo. La amistad no le falta pero está solo y solo aborda la cuestión fundamental. Qué se puede hacer ante tal cuestión, nada, sonreír. 

             La peli es sencilla en su exposición, los personajes son como esculturas exentas en el paisaje, remite a París Texas, no sólo en la poesía del espacio abierto y fundamental, sino que uno de los amigos de Lucky, Howard, está interpretado por el propio David Lynch.

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