jueves, 10 de mayo de 2018

El lecho de Procusto, de Nassim Nicholas Taleb



En los escritores de aforismos, a poco que uno rasque, se ve el exhibicionismo, cuando no la arrogancia, ya estén extraídos de otros libros, exentos de laboriosas argumentaciones o cadenas lógicas, o concebidos ex novo, como pildorillas de sabiduría y en forma de consejos morales irrefutables. Suelen predicar la humildad, algo que no se aplican, porque cada uno de los aforismos está concebido para que destelle la inteligencia del autor y al lector no le quede otra que la debida reverencia. Uno tiende a leerlos con curiosidad, apreciando el ingenio, pero la lectura no suele dejar el poso prolongado del autor reflexivo realmente comprometido con la realidad. Cuanto más efectista sea el enunciado menor valor de verdad.

Taleb no es una excepción, más bien parece encantado de haberse conocido y de dispensar generosamente su sabiduría, incluso aconseja no leer más de cuatro de una sentada, seguro de la distancia que le separa del lector. No obstante leer un libro de aforismos, de máximas, de proverbios, de epigramas o de dichos es como resbalar por la cresta de la ola en que el tiempo se balancea, con sus brillos y sus opacidades, sus hechizos intelectuales y sus diabluras retóricas, es informativo, pero no hay que dejar de atender al viejo consejo del charlatán, presta atención a lo que digo, pero no tomes en consideración lo que hago.

He aquí algunos ejemplos:

Arrogante: “En ciencia necesitas entender el mundo; en los negocios necesitas que no lo entiendan los demás”.

Humorístico:

“El doble castigo de la modernidad es hacernos envejecer prematuramente y vivir más”.
“No hay un estado intermedio entre el hielo y el agua, pero hay uno entre la vida y la muerte: un empleo”.
“Igual que comer carne de vaca no te convierte en una vaca, estudiar filosofía no te hace más sabio”.

Moralista: “Una prostituta que vende su cuerpo (temporalmente) es muchísimo más honorable que alguien que vende su opinión para ascender o mantener su trabajo”.

Provocador: “Quienes piensan que la religión trata de 'creencias' ni entienden la religión ni entienden las creencias”.

Estupefaciente: “El problema del conocimiento es que hay muchos más libros sobre aves escritos por ornitólogos que libros sobre aves escritos por aves y libros sobre ornitólogos escritos por aves”.

Contrafáctico: “La economía no puede asimilar la idea de que lo colectivo (y el conjunto) son desproporcionadamente menos previsibles que los individuos”.

Gurú: “Si por la mañana sabes cómo será tu día con cierta precisión, es que estás un poco muerto: cuanta más precisión, más muerto estás”.

Elitista: “En una multitud de cien, el 50% de la riqueza, el 90%de la imaginación y el 100% del coraje intelectual residirán en una sola persona, no necesariamente la misma”.

Displicente: “La mayoría de la gente tiene que esperar a que otra persona diga 'esto es arte del bueno' para decir 'esto es arte del bueno'; algunos han de esperar a que lo digan dos personas o más”.

Liberal: “La justicia distributiva no es quitarle a alguien que se ha arriesgado y ha ganado honradamente: es mantener muy elevada la probabilidad de que pierda su fortuna”.

Reduccionista: “Típicamente, la mitad inferior ha sido fastidiada por la clase media. Así es toda la historia de Roma”:

Apodíctico: “A los Estados nación les gusta la guerra; a las ciudades-estado les gusta el comercio; a las familias les gusta la estabilidad; y a los individuos les gusta el entretenimiento”.

Chulapo: “El racionalismo imagina una sociedad sin imbéciles; el empirista una a prueba de imbéciles o, mejor aún, a prueba de racionalistas”.

¿Resentido?: “Los académicos sólo son útiles cuando tratan de ser inútiles (por ejemplo, en matemáticas y filosofía), y son peligrosos cuando intentan ser útiles”.

Cabalístico: “Si un piloto estrella un avión, n=1 no es anécota; si no lo estrella, n=100 lo es”.

Catequista: “Erudición sin sandeces, intelecto sin cobardía, matemáticas sin frikismo, saber sin academia, inteligencia sin sagacidad, religiosidad sin intolerancia, elegancia sin blandura, sociabilidad sin dependencia, placer sin adicción, religión sin tolerancia y, sobre todo, nada sin jugarse algo”.


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