lunes, 5 de marzo de 2018

Esa calaña




             Sólo el paso del tiempo hace que vea la gente la calaña de quienes les perjudican, de quien les convence de que su pobreza es dignidad y su humillación bravo combate. Pero entonces, cuando el tiempo ha pasado, ya no hay remedio, ya cedieron su vida a cambio de nada, ya están sepultados, y sus hijos lo ven, o están muertos en vida y el camino que siguen es un empujón hacia las sombras. Uno es responsable de su vida y no lo es. Puede uno conformarse con poco y empeñarse y en algún momento decir, estoy satisfecho, y cuando el gran agujero se abra no reprocharse nada. Por el van cayendo todos, a lo Jorge Manrique, igualando a los pobres y a los ricos, a los miserables y a los decentes, pero hay, quizá lo haya, un momento previo de conciencia donde pueda uno decirse, estoy satisfecho. Esa es una parte, la otra es la que no controlamos, la del engaño en que caemos como ilusos, a menudo voluntariamente crédulos, la que rellena nuestra esperanza del aire de la promesa y nos perjudica y añade indignidad a nuestra vida perra. Cuando alguien haga la historia nosotros ya no estaremos, quizá un pulso en la ilusión desvanecida, una mota de polvo en una manifestación, una fracción minúscula en una cifra, de todos modos qué más nos da, no existe la historia, nunca existió, sólo una mirada hacia atrás de quien puede permitírselo, de quien puede seguir mintiendo con todos los honores, de quien busca provecho a costa de nuestra credulidad.

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