viernes, 2 de febrero de 2018

La asombroso viaje de Pomponio Flato



              Al leer de nuevo esta breve novela de Eduardo Mendoza me divierto como lo hice la primera vez. Me divierte el detective romano que se inventa el autor, con sus torpezas y flatulencias, como ingenioso me parece situar la trama en la Palestina donde se crearon los mitos originales del cristianismo, como hacer de José el carpintero, al que van a crucificar por una falsa acusación, y del niño Jesús, ayudante en la investigación, protagonistas de la historia, rodeados de brutos y corruptos romanos y quisquillosos judíos, tiene su aquel, aunque la trama que pone en marcha para resolver lo infundado de la acusación, más algunos crímenes, me parece leve y la resolución cogida por los pelos. 

               Es divertido el cruce de géneros, novela histórico religiosa y trama detectivesca, divertidos los personajes sacados de la historia evangélica y del mundo judeo-romano, hasta Ben-Hur tiene un cameo, por decirlo en jerga cinéfila, aunque sean caricaturescos y de poco recorrido. Mendoza demuestra su gran capacidad, imaginación y dominio de la lengua, pero justo por eso decepciona una vez más porque, desde mi punto de vista, no cumple con las expectativas que abrieron sus grandes novelas, La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios.

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