“En
qué piensas”, le pregunto. “En nada”, me dice. No me lo
parece. Es difícil averiguar qué sucede ahí dentro. La mayor parte
del tiempo no dice nada, tiene la vista perdida o eso parece. Si
paseo con ella puedo mantener una conversación sobre lo que sucede
ante nosotros, el calor del día, el viento, el trino de los pájaros,
la cigüeña en su nido, los trigos listos para ser segados, la
sequía. También algunas pocas cosas del pasado lejano de su
infancia, cosas imprecisas. Recuerda algunos nombres si yo los
menciono primero, objetos, algunos acontecimientos separados de la
niebla del pasado. Pero esta vez estamos en casa, con la mesa
preparada para comer.
- Seguro que estás pensando en algo.
- No todo lo que se piensa se puede decir.
- Seguro que estás pensando en algo.
- No todo lo que se piensa se puede decir.
No
dice más. Y entonces soy yo el que se queda pensativo.
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