Esta
serie, el guionista David Simon mediante, tiene mucho que ver con The
Wire, por muchos considerada como la mejor de la historia, la vida en las calles, aquí New York en lugar de Baltimore, el
trapicheo, aquí de mujeres, allí de drogas, la violencia
psicológica primero, física después y al fin mortal, todo en torno
a la supervivencia de un montón de personajes, traficantes, drogatas
o putas, mafiosos, policías, periodistas o ediles, actores o
productores de porno, como un gran fresco que pintara una época que
va quedando en la lejanía, el comienzo de la industria del porno y
de la drogadicción, que los autores fechan en los setenta y
comienzos de los ochenta. Hay una intención de reescribir la
historia de aquellos años bajando el punto de vista a ras de las
sucias, oscuras o diabólicas calles a que alude el título, aunque,
creo, que hay un tufo a buenismo por el que al final todos, o casi
todos, son buena gente, a pesar del lugar en que la sociedad ha
colocado a cada uno de ellos, ya sean putas o proxenetas, mafiosos o
policías que exigen su parte semanal de las ganancias, que lastra el
resultado final. Pero la atención no decae en ningún momento,
gracias a los buenos actores y a la habilidad de los guionistas para
dotar a tanto personaje con una historia verosímil. Cuando se acaban
los ocho episodios lo que uno desea es que comience pronto la segunda
temporada.
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