lunes, 16 de octubre de 2017

Ponte a reír



              Distancia. Se necesita distancia para que la inteligencia y la cordura prosperen. En la cercanía se amortiguan o desvarían. República Islámica, Turkmenistán, Uzbekistán. Cataluña. Hay que educar la mirada, enfocar, aislar, seleccionar lo significativo para comprender y no caer en la fácil tentación del camuflaje. Mira la tertulia de la tele, quítale el sonido, esa pandilla de presumidos sin causa; dale la espalda cuando sale el Papa Francisco y escucha lo que dice, el cura Paco; combina las imágenes del partido sin voz y el estrépito de la transmisión radiofónica, una jaula de grillos histéricos. Házle hablar al rey pero no le des la voz, mira al presidente del tribunal como si fuese Ronaldo y a Messi como si fuese Rufián; piensa en Rajoy como una costurera y en Puigdemont como un niño al que le han castigado sin cenar.

             He visto el drama desde lejos, y una comedia con muy malos guionistas (Aquí uno que asume con seriedad ese papel, ¡y la jueza le hace caso!, aunque luego rectifica). Todo es risible, los indepes y Rajoy. Fijaos cómo las fechas del drama se han ido aplazando, las amenazas posponiéndose, el climax diluyéndose, cómo a los actores se les ha corrido el rímel y la lengua se les ha vuelto de trapo. La vice pidiéndole al catalán una de por favor, por favor. Dan por supuesto que nuestra ingenuidad es inagotable. Y no les falta razón. Lo resolverán entre bambalinas, haciendo burla de las instituciones que con tanta seriedad dicen defender. La cosa se irá apaciguando, pero la tensión seguirá como siempre en Cataluña, porque es así como el nacionalismo detenta el poder. Tensión y xenofobia. Los perjudicados serán los de siempre, los no nacionalistas de Cataluña. Oíd cómo se expresan cuando les ponen delante un micrófono, por su boca hablan décadas de humillación consentida. Si al menos Boadella retuviese algo de su antigua agudeza para convertir el ridículo de estos días en comedia bufa que nos hiciese reír.

             La política es necesaria, el Estado es necesario, la ley es necesaria. Gracias a ella hemos dejado de matarnos, hemos dejado atrás la esclavitud, las guerras y la humillación (aunque no del todo). Gracias a ella la sociedad es más justa, podemos amar, follar, reír y perdernos en la pasión. La política es teatro, a veces muy mal representado: véase la comedia catalana. El Estado es un artificio, a veces muy mal edificado: véase Venezuela. La ley es un acuerdo temporal surgido de la necesidad, a veces monstruosa: véase las de Núremberg. Pero lo vamos perfeccionando. Y funciona. Pero no hay que tomárselo en serio, hay que respetarlo, sí, cumplir y aplicar la ley, pero sabiendo que es una construcción temporal hecha por gente ridícula a la que pagamos para que no se avergüence de sí misma.

            Para que todo funcione se necesita mucha tontería. Cómo podría uno dedicarse a la judicatura, a la política o ser locutor de televisión sin un grado de tontería. Sólo alguien un poco tonto piensa y actúa como si la cosa fuese en serio. Fijaos en las togas, en las medallas que se conceden, en la pompa de sus protocolos, pasado ya el tiempo de las sotanas (salvo en la República Islámica) y de los engallados militares (salvo en la República Bolivariana).  Algunos se lo toman tan a la tremenda que hacen de su tontería un acto criminal. La República Islámica es un Estado gobernado por tontos que no saben que lo son, y Turkmenistán, una cárcel poscomunista del tamaño de España y Uzbekistan, un Estado en construcción con mucha gente de buena fe y algunos pillos. ¿Y Cataluña? Se necesitan muchos tontos para poner un millón de personas en la calle, para poner tantas banderas en los balcones o para disfrazarse con ellas, pero el mundo está lleno de tontos, tantos que en ocasiones nos joden la vida. ¿No nos trata la publicidad, salvo raras excepciones, como a inocentes estúpidos? Hay que ser conscientes de ello, si no no podremos defendernos cuando tomen (en Cataluña) o vuelvan a tomar el poder (en otros sitios). Lo que más les jode es que les apuntemos con el índice y empecemos a reír. Nadie soporta ver reflejada su ridícula estatura en una mirada risueña.

          Vive la vida, ponte a reír.


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