lunes, 31 de julio de 2017

1. De Alta hacia el norte extremo




              Paisaje pelado, la rala cubierta de líquenes y turbas, apenas algunos arbustos de abedul aquí y allá, en medio casas sueltas de madera de los Sami, a quienes no se ve. Sólo como espejismo, en una cabaña restaurante se dejaron ver anoche, entre alargadas sombras de fuego. Nos ofrecieron sopa de reno. Manchas blancas de los neveros ¿residuales? en estos comienzos de agosto. Lagunas, ríos, entradas del fiordo. Los renos, de momento, invisibles. La lluvia, silenciosa, resbaladiza, ha durado toda la noche. Ahora la humedad persiste, un abrigo que te va enfriando tanto como te ciñe.

No veo lo que quiero ver,
renos, samis, el halo
dorado de agosto sobre el Ártico,
obtengo lo que no deseo,
la deslucida capa que me desviste y enfría,
coches solitarios como esculturas,
se me ofrece
la hermosa frialdad del fiordo,
las nieblas que lo empañan,
mas con un poco de luz
el paisaje canta,
una barca que balancea sus colores,
la casa escarlata del saliente,
la corteza del abedul que me saluda

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