Ante una obra artística cabe preguntarse, ¿perderíamos algo si todos
estos cuadros ahora expuestos con mimo, bien iluminados, en el marco
de una arquitectura de prestigio, histórica, los arrumbase alguien,
sin especial cuidado de conservación, en un desván? Los hemos visto
tantas veces, explicados de modo parecido al vídeo que los
acompaña, en el tríptico que los interpreta. “Sus cuadros
empiezan a dialogar con el horizonte”, “Es una obra de mucha
continuidad”, “colores sobrios, paisaje castellano”, cazo al
vuelo. No sólo repiten, los cuadros y la voz y el texto escrito, lo
que hemos visto en otros, durante décadas de repetición, sino que
se imitan a sí mismos, con ligerísimas variantes de color o de
forma o de encuadre. En una década domina el trazo vertical, en la
siguiente el horizontal, en una los colores claros, en otra los
oscuros. Una década entera definida por una variación. La retórica
del vídeo nada añade, ni análisis ni comprensión, sino un velo de
ruido que altera el suave fluir del paseante que se refugia en unas
salas con tan bonito decorado.
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