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La sustancia del mundo
Cuando
llevo dos días sin ver los periódicos siento que se me escapa el
mundo, que pierdo su sustancia y, sin embargo, raramente los
periódicos captan la sustancia del mundo, entretenidos cómo están
en la tragedia del día. Lo que hoy cuenta el periódico mañana
estará olvidado, lo que ayer era una tragedia resulta que el paso de
los días lo convierte en bufonada. También podría ser al revés, eso sí que sería una desgracia. Necesitamos los periódicos claro
está para ordenar la conversación pero los acontecimientos
verdaderos casi siempre se les escapan. Los periódicos tardan en ver
qué es lo realmente importante y cuando lo ven ya ha pasado el
momento en el que su influencia podía haber sido decisiva. El paso
del año 16 al 17 es un vivo ejemplo. No lo vieron, no le dieron
importancia, siguen los acontecimientos con la lengua fuera. Aún así
es una desgracia que la gente se haya acostumbrado a vivir sin
periódicos. Los kioscos desaparecen y en los que quedan apenas se
ven ejemplares de la prensa generalista. En la población en que paso unos días, de casi ocho mil habitantes, sólo hay dos lugares donde vendan periódicos. Hoy, a las doce de la mañana, no quedaba ningún ejemplar, ni de El País, ni de El Mundo. Hay que poner el oído en lo
que habla la gente y en cómo habla. No hay tema, las frases,
incompletas e incorrectas, comentarios sin sustancia. Si el mundo marcha es porque hay unos
pocos interesados en que marche, a la mayoría les da igual, les
basta con poder refunfuñar desde su rincón de protesta.
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