No
está lejano el día en que un hombre en un coche sea un paquete más,
ya no el conductor que manda y dirige, atiende a los imprevistos del
viaje y toma decisiones inmediatas. La AI con que aparecerá de
fábrica el coche será mucho más hábil que nuestra inteligencia
natural para detectar los imprevistos y dirigir la máquina del modo
más efectivo y menos peligroso. Pero es que eso también está
sucediendo con la casa, con el hogar donde el hombre se refugia para
descansar o para salvaguardar su intimidad. La casa ha evolucionado
desde los primeros asentamientos. No se ha construido del mismo modo
en Oriente que en Occidente, en África subsahariana que en el mundo
islámico. Aquí es el lugar del bienestar, en algunos barrios de
Bombay un minúsculo techo donde la intimidad es imposible. Es
probable que las casas árabes contribuyeran al papel subsidiario de
las mujeres y que los cuartos de las casas europeas destinados a
funciones distintas fomentasen la individualidad y la autonomía al
proveer a los miembros de la familia de habitación propia. Las
nuevas tecnologías van a transformarla de modo radical. Estarán
dotadas desde su construcción de materiales conductores y flexibles
que la modificarán continuamente en función de nuestras necesidades
anímicas, con sensores que no sólo nos harán la vida más fácil
encargándose de poner en marcha toda la maquinaria que nos provee de
confort sino que como una segunda piel captará nuestra temperatura
física y emocional, la variación en las constantes corporales, las
alteraciones psicobiológicas, de modo que irá cambiando el ambiente
de nuestro hogar en función de nuestras necesidades.
La tecnología
nos proporcionará un mayordomo particular, un médico que controlará
día a día nuestra salud, un cocinero que sabrá mejor que nosotros
lo que deseamos y lo que nos conviene. Nos envolveremos en una
realidad virtual que nos proporcionará el paisaje deseado, el más
propicio para nuestra urgencia mental, con las luces y sonidos
adecuados, con vistas a la naturaleza o a los ensueños de la infancia. Arquitectos, informáticos y ambientalistas están
trabajando en proyectos
para convertir el hogar en una extensión viva de nuestra mente.
Pero toda tecnología tiene la doble faz del cuchillo: resuelve
muchos problemas, pero también es posible que genere necesidades
nuevas; nos envolverás con una piel tan acogedora como la que
sentíamos cuando estábamos en el útero, pero también es posible
que el aislamiento y la soledad sea mayor que nunca.
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